Esperanza y Misericordia
By Esperanza y Misericordia
Este canal es para cualquier alma que busque la Misericordia de Dios, pero especialmente, si se encuentra en momentos de dificultad, de enfermedad, de sufrimiento, de soledad o incluso, si se enfrenta a la muerte. Es una iniciativa impulsada por un pequeño grupo de laicos y sacerdotes católicos de España, preocupados por las miles de víctimas que sufren y mueren en soledad; buscando llevarles el consuelo del mensaje de Jesús.
Esperanza y MisericordiaApr 12, 2020
El sentido del sufrimiento
D. Jesús Higueras comparte con nosotros esta profunda meditación sobre el sentido del sufrimiento de Cristo y del de la humanidad.
Eran muchos los testigos mesiánicos del Antiguo Testamento que anunciaban los sufrimientos del futuro Ungido de Dios. Particularmente conmovedor entre todos es el que solemos llamar el cuarto Poema del Siervo de Yavé, contenido en el Libro de Isaías. El profeta, al que justamente se le llama «el quinto evangelista», presenta en este Poema la imagen de los sufrimientos del Siervo con un realismo tan agudo como si lo viera con sus propios ojos: con los del cuerpo y del espíritu. La Pasión de Cristo resulta, a la luz de los versículos de Isaías, casi aún más expresiva y conmovedora que en las descripciones de los mismos evangelistas. He aquí cómo se presenta ante nosotros el verdadero Varón de dolores:
« No hay en él parecer, no hay hermosura
para que le miremos ...
Despreciado y abandonado de los hombres,
varón de dolores y familiarizado con el sufrimiento,
y como uno ante el cual se oculta el rostro,
menospreciado sin que le tengamos en cuenta.
Pero fue él ciertamente quien soportó nuestros sufrimientos
y cargó con nuestros dolores,
mientras que nosotros le tuvimos por castigado,
herido por Dios y abatido.
Fue traspasado por nuestras iniquidades
y molido por nuestros pecados.
El castigo de nuestra paz fue sobre él,
y en sus llagas hemos sido curados.
Todos nosotros andábamos errantes como ovejas,
siguiendo cada uno su camino,
y Yavé cargó sobre él
la iniquidad de todos nosotros ».
Más aún que esta descripción de la pasión nos impresiona en las palabras del profeta la profundidad del sacrificio de Cristo. Él, aunque inocente, se carga con los sufrimientos de todos los hombres, porque se carga con los pecados de todos. «Yavé cargó sobre él la iniquidad de todos»: todo el pecado del hombre en su extensión y profundidad es la verdadera causa del sufrimiento del Redentor. Si el sufrimiento «es medido» con el mal sufrido, entonces las palabras del profeta permiten comprender la medida de este mal y de este sufrimiento, con el que Cristo se cargó. Puede decirse que éste es sufrimiento «sustitutivo»; pero sobre todo es «redentor». El Varón de dolores de aquella profecía es verdaderamente aquel «cordero de Dios, que quita el pecado del mundo». En su sufrimiento los pecados son borrados precisamente porque Él únicamente, como Hijo unigénito, pudo cargarlos sobre sí, asumirlos con aquel amor hacia el Padre que supera el mal de todo pecado; en un cierto senfido aniquila este mal en el ámbito espiritual de las relaciones entre Dios y la humanidad, y llena este espacio con el bien.
«Suplo en mi carne —dice el apóstol San Pablo, indicando el valor salvífico del sufrimiento— lo que falta a las tribulaciones de Cristo por su cuerpo, que es la Iglesia ».
Estas palabras parecen encontrarse al final del largo camino por el que discurre el sufrimiento presente en la historia del hombre e iluminado por la palabra de Dios. Ellas tienen el valor casi de un descubrimiento definitivo que va acompañado de alegría; por ello el Apóstol escribe: «Ahora me alegro de mis padecimientos por vosotros». La alegría deriva del descubrimiento del sentido del sufrimiento; tal descubrimiento, aunque participa en él de modo personalísimo Pablo de Tarso que escribe estas palabras, es a la vez válido para los demás. El Apóstol comunica el propio descubrimiento y goza por todos aquellos a quienes puede ayudar —como le ayudó a él mismo— a penetrar en el sentido salvífico del sufrimiento (Extracto de la Carta Apostólica Salvifici Doloris de San Juan Pablo II).
Sanitarios, Dios está junto a vosotros.
La Palabra de Dios, nos muestra el inmenso cuidado que Dios tiene para toda Su creación, y especialmente para cada uno de nosotros como individuos. Él se preocupa por nosotros, tiene un plan para nosotros, no nos desamparará y ¡quiere que pasemos toda la eternidad con Él!
Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellas? Por lo demás, ¿quién de vosotros puede, por más que se preocupe, añadir un solo codo a la medida de su vida? Y del vestido, ¿por qué preocuparos? Observad los lirios del campo, cómo crecen; no se fatigan, ni hilan. Pero yo os digo que ni Salomón, en toda su gloria, se vistió como uno de ellos. Pues si a la hierba del campo, que hoy es y mañana se echa al horno, Dios así la viste, ¿no lo hará mucho más con vosotros, hombres de poca fe? No andéis, pues, preocupados diciendo: ¿Qué vamos a comer?, ¿qué vamos a beber?, ¿con qué vamos a vestirnos? Que por todas esas cosas se afanan los gentiles; pues ya sabe vuestro Padre celestial que tenéis necesidad de todo eso. Buscad primero el Reino de Dios y su justicia, y todas esas cosas se os darán por añadidura. (Mateo, 6, 25-34)
Salmo 91
Tú que vives al amparo del Altísimo
y resides a la sombra del Todopoderoso,
di al Señor: «Mi refugio y mi baluarte,
mi Dios, en quien confío».
El te librará de la red del cazador
y de la peste perniciosa;
te cubrirá con sus plumas,
y hallarás un refugio bajo sus alas.
No temerás los terrores de la noche,
ni la flecha que vuela de día,
ni la peste que acecha en las tinieblas,
ni la plaga que devasta a pleno sol.
Aunque caigan mil a tu izquierda
y diez mil a tu derecha,
no serás alcanzado:
su brazo es escudo y coraza.
Con sólo dirigir una mirada,
verás el castigo de los malos,
porque hiciste del Señor tu refugio
y pusiste como defensa al Altísimo.
No te alcanzará ningún mal,
ninguna plaga se acercará a tu carpa,
porque hiciste del Señor tu refugio
y pusiste como defensa al Altísimo
Ellos te llevarán en sus manos
para que no tropieces contra ninguna piedra;
caminarás sobre leones y víboras,
pisotearás cachorros de león y serpientes.
«El se entregó a mí,
por eso, yo lo glorificaré;
lo protegeré, porque conoce mi Nombre;
me invocará, y yo le responderé.
Estará con él en el peligro,
lo defenderé y lo glorificaré;
le haré gozar de una larga vida
y le haré ver mi salvación».
El triunfo de Dios
Dios nos rescató del sepulcro, no tenemos que temer a la muerte. En Colosenses 1:13 dice que él nos libró del dominio de la oscuridad y nos trasladó al reino de su amado Hijo. Su reino es uno de amor y compasión que él derrama sobre nosotros para que cuidemos y mostremos Su Corazón al mundo que nos rodea.
Nuestros cuerpos se renuevan y reciben nuevas fuerzas al recordar las abundantes bondades de Dios. Cuando llegan los problemas y dificultades a nuestras vidas es importante recordar todo lo que Dios nos ha concedido, las muchas maneras en las que nos ha mostrado su amor y cuidado. Este recuerdo renueva nuestras fuerzas de tal forma que a veces parece que somos capaces de volar sobre las situaciones. ¡Así de fuerte es la paz y la fortaleza que Dios nos concede! La hemos sentido en el pasado y la seguiremos sintiendo porque Dios es el mismo ayer y hoy y por los siglos (Hebreos 13:8). Él ha sido fiel y seguirá siéndolo. Dios nos mostrará cómo hacerlo así como mostró sus caminos a Moisés y reveló sus obras al pueblo de Israel (Salmo 103). ¡Que no pase un solo día en el cual no nos detengamos a alabar y agradecer a nuestro Dios por todas sus bondades!
Salmo 103
Bendice al Señor, alma mía,
que todo mi ser bendiga a su santo Nombre;
bendice al Señor, alma mía,
y nunca olvides sus beneficios.
El perdona todas tus culpas
y cura todas tus dolencias;
rescata tu vida del sepulcro,
te corona de amor y de ternura;
él colma tu vida de bienes,
y tu juventud se renueva como el águila.
El Señor hace obras de justicia
y otorga el derecho a los oprimidos;
él mostró sus caminos a Moisés
y sus proezas al pueblo de Israel.
El Señor es bondadoso y compasivo,
lento para enojarse y de gran misericordia;
no acusa de manera inapelable
ni guarda rencor eternamente;
no nos trata según nuestros pecados
ni nos paga conforme a nuestras culpas.
Cuanto se alza el cielo sobre la tierra,
así de inmenso es su amor por os que lo temen;
cuanto dista el oriente del occidente,
así aparta de nosotros nuestros pecados.
Como un padre cariñoso con sus hijos,
así es cariñoso el Señor con sus fieles;
él conoce de qué estamos hechos,
sabe muy bien que no somos más que polvo.
Los días del hombre son como la hierba:
él florece como las flores del campo;
las roza el viento, y ya no existen más,
ni el sitio donde estaban las verá otra vez.
Pero el amor del Señor permanece para siempre,
y su justicia llega hasta los hijos y los nietos
de los que lo temen y observan su alianza,
de los que recuerdan sus preceptos y los cumplen.
El Señor puso su trono en el cielo,
su realeza gobierna el universo.
¡Bendigan al Señor, todos sus ángeles,
los fuertes guerreros que cumplen sus órdenes
apenas oyen la voz de su palabra!
¡Bendigan al Señor, todos sus ejércitos,
sus servidores, los que cumplen su voluntad!
¡Bendíganlo todas sus obras,
en todos los lugares donde ejerce su dominio!
¡Bendice al Señor, alma mía!
Dios nos busca
Dios nos busca, aunque no le busquemos. Dios nos ama, aunque nos hayamos olvidado de Él.
Puede ser que algunos pasen por caminos lejos de Dios, como le sucedió al hijo pródigo; o que caigan en una soledad que les haga sentirse abandonados por el mundo; o, nuevamente equivocarse y estar paralizados por un sentimiento de culpa. En esos momentos difíciles, todavía es posible encontrar la fuerza para rezar, a partir de la palabra ‘padre’, pero dicha con un sentido tierno, como lo diría un niño ‘Abba’, papá. Esta expresión evoca afecto, calor, algo que se proyecta en el contexto de la edad infantil: la imagen de un niño completamente envuelto en el abrazo de un padre que siente infinita ternura por él. Por ello, para rezar bien es necesario llegar a tener un corazón de niño.
El Señor no se nos ocultará nunca si le buscamos, porque es Él mismo quien nos ha buscado primero; recordemos esto bien. Tal vez alguno piense de sí cosas negativas, tenga un su haber pecados o situaciones que no sabe cómo resolver, tanta amargura, por haber hecho algo... Él no se nos ocultará nunca y nos mostrará su perdón ante nuestro sincero arrepentimiento. En el silencio nos dirá que jamás nos ha perdido de vista, que se ha quedado siempre esperando junto a nosotros. No olvidemos nunca decirle siempre a Dios ¡Padre mío, perdónanos!
El hijo pródigo
La riqueza del perdón alcanza cimas insuperables en esta parábola que tanto impresiona a todos. El Reino de Dios es para todos los hombres, para todos los pueblos, para todas las culturas. La Misericordia de Dios es infinita y supera todas las barreras, todos los pecados. Dios quiere perdonarnos y por eso nosotros únicamente debemos volver a la Casa del Padre para pedirle perdón. Nos está esperando a todos y cada uno de nosotros con los brazos abiertos. Por ello, si las circunstancias nos impiden poder confesarnos pero estamos decididos a hacerlo cuando podamos, y arrepentidos miramos a Dios, le pedimos perdón de forma sincera y aceptamos a Cristo en nuestro corazón, Él nos devolverá a la condición de hijos; más que perdonados, muy amados.
Por el Sí de Santa María
La generosidad de la Virgen María nos trajo al Salvador. Por ello, es la Madre de la Esperanza, la imagen más expresiva de la esperanza cristiana. Toda su vida es un conjunto de actitudes de esperanza, comenzando por el "Sí" en el momento de la anunciación. María no sabía cómo podría llegar a ser madre, pero confió totalmente.» (Papa Francisco, 21 de noviembre de 2013).
El día de la Anunciación Dios creció en el seno de María, y también puede crecer hoy en nuestros corazones, si por la fe creemos, y si en la espera sabemos dar sentido a toda nuestra vida mirando con valor al futuro. Nunca es demasiado tarde para decirle Sí a Dios.
Suplicar a Dios en confianza de hijo
Cuando el alma llega a confiar en Dios, ésta no se engríe si hay triunfos, no se abate si hay derrota; pues teniendo todo como venido de Dios se lanza con espíritu fuerte a realizar Su Santísima Voluntad.
Y Jesús les dijo: -Cuando oréis, decid Padre Nuestro; expresión de confianza total en un Padre que nos quiere infinitamente. La oración es fruto de la fe y nos sitúa en la ruta de la esperanza. En la oración recuperamos nuestra verdad de hijos y hermanos. Es el punto de partida y el recurso imprescindible para modelar nuestra existencia conforme al evangelio.
Si te enfrentas a la muerte
Ante la muerte, todo lo que se considera importante deja de serlo. Ilusiones, vanidades, honores, títulos, dinero... Todo pierde valor ante la vida que se va. Y al morir, cada hombre queda ante Dios. Ante la justicia verdadera y total.
San Dimas, el buen ladrón crucificado junto a Jesús, sabía que su vida se iba de un modo inexorable. -Jesús, acuérdate de mí, cuando llegues a tu Reino, le dijo a Jesús, implorando su misericordia. Y la respuesta no se hizo esperar, Jesús le contestó con la misma expresión que solía utilizar para las declaraciones solemnes: -En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso. San Dimas sólo le pidió un recuerdo y Jesús le entregó el Cielo.
Esperar lo inesperado
La paz y la alegría constituyen aquí en la tierra la verdadera felicidad, y es proporcionada al alma que se abandona completamente a Dios.
El alma, al estar conforme a la voluntad de Dios, encuentra reposo; y aunque este pasando por numerosas pruebas, el alma es semejante a un río caudaloso, en que no se turba por muy dura que sea la prueba pues esta consciente de que todo es venido de las manos de Dios.
El hecho de saber el alma, que está cumpliendo la voluntad de Dios, la llena de mucha paz y alegría; que únicamente el alma misma puede comprender. (Corazones.org)
Dios es Vida
Cuando lo vi, caí a sus pies como muerto.
Él puso su mano derecha sobre mí diciendo:
«No temas, soy yo, el Primero y el Último
el que vive; estuve muerto, pero ahora estoy vivo
por los siglos de los siglos,
y tengo las llaves de la Muerte y del Hades.
(Apocalipsis 1,17-18)
Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor Dios, «Aquel que es,
que era y que va a venir», el Todopoderoso.
(Apocalipsis 1,8)
¡Abrázate a Jesús!
Solo en Dios y en el conocimiento íntimo de su amor es que el hombre encuentra su paz, su realización, su plenitud, su alivio, su descanso más profundo. Venid a mí todos los que estáis fatigados y sobrecargados, y yo os daré descanso. (Mt 11:28). Y San Agustín oró: Oh, Dios, tú nos has hecho para ti mismo, y nuestros corazones seguirán inquietos hasta que puedan encontrar el descanso en ti.
Este amor de Dios es la causa última de todo lo que existe, es la causa última de todo lo que pasa, es la causa última de nuestra existencia. Por eso es que al final de tantas vueltas que el corazón humano da en búsqueda de su felicidad, de su realización, de su plenitud, igual que los Israelitas en el desierto, llega un día a darse cuenta, como ellos, que la tierra prometida estaba tan cerca, pues la felicidad y la plenitud del hombre es saberse amado por Dios, saberse amado por su Padre y Creador. (Madre Adela Galindo - Corazones.org)
Rosario de San José, Patrón de la buena muerte
San José es el patrón especial de los moribundos, porque es el padre adoptivo del Juez Eterno; que no puede rechazarle ninguna petición misericordiosa. Por otra parte, aunque se desconoce la fecha exacta de su muerte, la Tradición de la Iglesia menciona que murió como cualquier cristiano quisiera morir; acompañado de Jesús y de la Virgen María
Y además de poder encomendarnos a él para una buena muerte, debemos saber que es un gran benefactor de gracias para todas las peticiones y necesidades ordinarias o extraordinarias, que podamos tener. Muchos santos han obtenido grandes favores por su intercesión. Santa Teresa de Jesús decía: Sólo pido por amor de Dios, que lo pruebe quien no me creyere y verá por experiencia el gran bien que es encomendarse a este glorioso Patriarca y tenerle devoción.
Tres palabras que pueden llevarte al Cielo
¡Dios mío perdóname!
Son tres palabras que puden llevarnos al Cielo a nosotros o a una tercera persona a la que se las enseñemos o digamos al oído en el momento de la muerte; incluso cuando parezca que alguien ya está muerto, pues el oído es el último sentido que se pierde..
Este podcast, recoge un extracto de una de las famosas charlas que el Padre Loring daba por España. El Padre Loring fue un conocido sacerdote jesuita que impartió numerosas conferencias en radio, televisión y en multitud de ciudades por diversos países del mundo. Fue autor de muchos libros, de entre los que cabe destacar su obra más conocida Para Salvarte, que ha superando el millón de ejemplares vendidos en España; editada también en México, Ecuador, Perú, Chile, EE.UU. Egipto y Rusia, entre otros.
Era expreso deseo del padre Jorge Loring que toda su obra siguiera disponible tanto en internet, como en papel, tras su fallecimiento. Su objetivo era que esos materiales continuaran su labor apostólica para mayor gloria de Dios (A.M.D.G).
Coronilla de la Divina Misericordia ante el Santísimo.
En este episodio, un sacerdote reza ante el altar, junto con todas aquellas personas que le acompañen, la Coronilla de la Divina Misericordia, para recibir de Dios la gracia de su Misericordia.
Dios nos ama, nos ama a todos, sin importar la magnitud de nuestros pecados. Dios quiere que reconozcamos que Su misericordia es más grande que nuestros pecados, para que podamos invocarlo a Él con confianza, recibir Su misericordia y dejar que ésta fluya a través de nosotros hacia los demás.
Cuenta Santa Faustina en su diario: “Al anochecer, estando en mi celda, vi al Señor Jesús vestido con una túnica blanca. Tenía una mano levantada para bendecir y con la otra tocaba la túnica sobre el pecho. De la abertura de la túnica en el pecho, salían dos grandes rayos: uno rojo y otro pálido”.
“Después de un momento, Jesús me dijo: Pinta una imagen según el modelo que ves, y firma: ‘Jesús, en ti confío’. Deseo que esta imagen sea venerada primero en su capilla y [luego] en el mundo entero”.
Jesús le señaló: “Prometo que el alma que venere esta imagen no perecerá. También prometo, ya aquí en la tierra, la victoria sobre los enemigos y, sobre todo, a la hora de la muerte. Yo mismo la defenderé como mi gloria”.
Otro día, estando Santa Faustina en oración, Cristo le dijo: “Los dos rayos significan la Sangre y el Agua. El rayo pálido simboliza el Agua que justifica a las almas. El rayo rojo simboliza la Sangre que es la vida de las almas”.
“Ambos rayos brotaron de las entrañas más profundas de mi misericordia cuando mi Corazón agonizante fue abierto en la cruz por la lanza. Estos rayos protegen a las almas de la indignación de mi Padre. Bienaventurado quien viva a la sombra de ellos, porque no le alcanzará la justa mano de Dios”.