Gozadera ventiada
By Carlos Sanchez Lozano
Crédito de la foto: "Músicos, Sincelejo, Sucre". Nereo López. Colección del Banco de la República.
www.banrepcultural.org/coleccion-de-arte/obra/musicos-sincelejo-sucre-ap5379
Gozadera ventiadaNov 26, 2021
Historia de un jugador de ligas menores (Capítulo 2)
Breve relato en que se narra cómo pasé de ser remplazado por mi hermano menor en un campeonato de fútbol interbarrios, convertirme en un paria perdido en la banca, y luego resucitar gracias a que fui reclutado para jugar en las ligas inferiores de Millonarios.
Historia de un jugador de ligas menores
El sueño de un niño de 11 años, de un barrio popular de Bogotá, era ser futbolista. Todo iba bien, hasta que en el equipo donde lo admiran, lo mandan a la banca. Quien lo sustituye es su hermano menor.
Tirando paso en la 22 con séptima - Carlos Sánchez Lozano
Soy de la opinión de qué uno al caminar debe detenerse cuando se oye una nueva canción porque el oído tiende a acostumbrarse con lo ya escuchado y a desechar lo que no va de acuerdo con lo que tiene en su memoria. Obligarse a parar y a poner atención. Seguro que se descubrirán maravillas.
Así fue.
En octubre 1984 yo iba caminando por el centro de Bogotá y en un almacén de discos -ah, esa época en que todavía la música se compraba en discos- de la calle 22 con carrera 7ª escuché unas trompetas y unos trombones que me llamaron la atención y luego un coro que inmediatamente memoricé. Sin duda era salsa, pero no salsa al estilo del Gran Combo de Puerto Rico o de los Hermanos Lebrón. El ritmo era caribeño, cierto, pero más que caribeño, caleño, música de negros del Pacífico, gozosa. Al primer minuto de oír el tema ya yo movía el cuerpo y mis dedos empezaron a dirigir la orquesta imaginaria. Ya los pies marcaban un pasito salsero.
A la semana siguiente con las amigas de la Universidad Nacional ya oímos el tema en algún walkman, el pariente paleolítico de los audífonos inalámbricos. Un sábado en la noche ya lo estaba bailando en el Goce Pagano de la calle 22 cerca a la Caracas (oh sitios peligrosos). No solo yo estaba fascinado con la nueva melodía: todo el rumbeadero parecía en éxtasis, incluida una bella que se quitó la blusa y el brasier y se subió sobre una mesa a bailarla. Cuando una canción la recitan 50 personas al tiempo a las 10 de la noche de un viernes, se volvió un himno. Con ustedes: “Cali pachanguero” de Niche.
Para Gozadera ventiada, Carlos Sánchez Lozano