Iglesia Bíblica Gracia Verdadera

Todos vamos a enfrentar tormentas en nuestra vida. En algún momento, vas a sentir que te ahogas, que tu vida se anega y que vas a naufragar. Jesús te pregunta, ¿dónde está tu fe? Porque va a depender de dónde esté tu fe, la forma en que vas a reaccionar en medio de esa tormenta, aunque Él esté aparentemente dormido.

En el contexto de la historia en este pasaje de Lucas 8:22-29, que Jesús esté durmiendo, aunque fuera en un sentido metafórico, esto implica la soberanía de Dios y la providencia divina. Nosotros tenemos que aprender a confiar en Dios cuando todo está mal.

¿Cuál debería ser el único consuelo para la Iglesia de Cristo tanto en la vida como en la muerte? Jesucristo dijo, "en este mundo tendréis aflicciones". Y el Catecismo de Heidelberg, en su respuesta a esta pregunta inicial, da cinco evidencias claras para consolarnos en esta vida y en la muerte, como hijos de Dios. Y la primera evidencia que el catecismo nos da, es que le pertenecemos a Cristo porque Él nos ha librado del dominio de Satanás.

El terreno bueno, la tierra buena, son los que dan fruto. Y Cristo, en la parábola de los cuatro tipos de terreno en Lucas 8, dice que la tierra buena es la que retiene la semilla, y da fruto con perseverancia. Esto no se logra con haber oído la Palabra de Dios una sola vez. Esto no es por escuchar una vez y haber asentido mentalmente al evangelio. Esto implica el acto de habitar en la Escritura, de permanecer en la Palabra de Dios, de crecer a través del ministerio de la Palabra, del ministerio del Espíritu Santo, y ser arraigados.

¿Es posible que alguien se olvide del poder de la resurrección de Cristo? Sí, es posible. ¿Cuándo es que olvidamos el poder de la resurrección? Cuando pensamos que podemos salvarnos a nosotros mismos, y que no necesitamos un Salvador. Eso se llama autojusticia. Necesitamos un Salvador porque somos incapaces de salvarnos a nosotros mismos.

La cruz es la evidencia de lo que nosotros haríamos con Dios. Si usted quiere ver el pecado del hombre, mire la cruz. Si quiere ver la grandeza de Dios, mire la cruz.

El hilo de revelación de toda la Biblia, desde el Antiguo hasta el Nuevo Testamento, es acerca de ese momento crucial de la salvación. Cuando el pecador puede reconciliarse con Dios, por medio de la fe en Jesucristo. Es la hora en que el Padre tendría el deleite en el sufrimiento de Cristo. No como algo morboso.

Cuando implica que se deleitó, es porque ese padecimiento sería redentor, sería la única puerta y manera en que los pecadores pueden ser salvos y ser reconciliados con un Dios santo que no admite el pecado.

En nuestro pasaje de hoy ha llegado a ese momento en que Jesús va a entrar a Jerusalén, esta vez de una manera distinta. Ha llegado el momento de mostrar su identidad y dejarles saber a todos que Él es el Mesías, el Rey de Gloria, Rey de Israel.

Jesús rompe todos los esquemas y prejuicios en este pasaje del evangelio según Lucas. Ambos, el fariseo y la mujer, tenían algo en común. Ambos eran deudores. Pero la diferencia con la mujer es que reconoció al Señor y vivía apasionada por Él, y reconoció su dependencia de Él. Reconoció que Jesús es el Salvador, y por eso estaba allí para reconocerle y adorarle. Jesús le muestra al fariseo, con el relato de la historia de los dos deudores y su acreedor, que ambos, el fariseo y la mujer, eran deudores los dos. Jesús les dice, yo soy el acreedor. Ustedes son los que necesitan que la deuda sea cancelada.

Jesús ciertamente es el que había de venir, aquel a quien Juan mismo preparó el camino para que fuera recibido. Al parecer Juan tenía otras expectativas y pensaba que el ministerio del Mesías sería distinto, que Jesús vendría a realizar otras cosas. Pero aquella generación no le recibiría porque en su pecado y obstinación cerrarían sus ojos y sus oídos a él.

Aunque la muerte es poderosa, Jesús tiene poder y autoridad sobre ella. Y esa es la buena noticia del evangelio. La muerte será poderosa, pero Jesús, que es la vida y de quien emana la vida, tiene todo poder y toda autoridad sobre la muerte.

Es necesario entender que Jesús derrama su gracia sobre aquellos que colocan su confianza en Él, y reconocen su propia indignidad o inhabilidad para alcanzarla. Recibir su gracia no depende de condición social, ni nuestra raza, ni posición, ni estudios profesionales o teológicos. Tampoco podemos comprar su favor con buenas obras.

¿La cruz no es para que vivamos bien? No. Es porque no vamos a vivir la ética del reino de Dios de manera perfecta. Pero esa no debe ser nuestra meta. Nuestra meta debe ser mirar al que vivió perfectamente, en nuestro lugar, toda esa ética, que es quien está obrando en nosotros su buena voluntad para que podamos caminar en estas obras. Pero nunca en esta vida lo haremos de manera perfecta.

La ética del reino de Jesús es mucho más que principios éticos o morales que Él presentó a la humanidad para que esta mejorara su forma de ser. Eso no es lo que Él hizo. Jesús no fue simplemente un revolucionario social. El poder que les dio no fue el poder político, como ellos esperaban, que era lo que ellos pensaban del Mesías que venía, ni les dio poder militar, sino algo mucho más grande, que era ser parte integrante del reino de Dios.

El propósito de Cristo era mostrar más allá de la ley, quién es Él. Quién es Él como el Señor de todas las cosas. Cristo le dio la oportunidad una vez más a la élite religiosa de Israel de poder reconocer en Jesús la figura de Aquel que vendría y que fue prometido.

El llamado que Dios nos hace, y cuando nos escoge para salvarnos, no depende de lo que nosotros hagamos. ¿Tenía Mateo algún mérito para ser llamado por el Señor Jesucristo? Ninguno. ¿Estaba él buscando a Cristo y al verlo pasar le dijo, Jesús ven acá, ayúdame, estoy mal, sálvame? No. Eso no depende de nosotros. Es algo que depende de la obra del Señor. Es algo que ocurre solo por pura gracia.

Ambos hombres mencionados en este pasaje, llegaron en su condición desesperada hasta Jesús, la fuente de la salvación y la única esperanza de bienestar eterno. Jesús sanó lo insanable. Tocó al leproso a quien se le veía su pecado. Y perdonó y sanó al paralítico. El perdón y la sanidad de ambos no estaba en sus manos ni en su habilidad de cómo convencer a Jesús, sino solo en las manos soberanas y llenas de gracia de aquel que vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.

Cristo estaba predicando la buena noticia del evangelio del reino, pero el escritor Lucas estaba enfocado en un suceso que sería el mayor punto de cambio e inflexión en la vida de esos hombres. Sería un antes y un después en la vida de esos hombres, que dejarían todo para seguir a Jesús.

Culminamos la serie sobre la santificación en la vida del creyente. En nuestro camino a la santidad, se requiere de nosotros que hagamos un ajuste completo. Cuando estamos en la línea en un campo de tiro, se nos va a demandar que realicemos un ajuste; que pongamos toda nuestra precisión, para que con exactitud demos en el blanco, en la tarjeta que tenemos de frente. En el ámbito espiritual estamos apuntando y persiguiendo la santificación, y por lo tanto requiere también un ajuste en nuestra vida.

Lo que Lucas hace en este pasaje, en el que comienza a mostrar en su evangelio la primera obra milagrosa del Señor (liberar a un endemoniado), es presentar y describir la autoridad de Cristo. En tres maneras o perspectivas, Lucas muestra la autoridad y el señorío de Cristo.

No hay forma en que podamos producir el fruto de la santificación sin la verdad de la Palabra de Dios.

Tu trabajo seguirá siendo el mismo mañana, tu familia también va a seguir siendo la misma. La sociedad va a continuar como está. Nada va a cambiar mágicamente con las 12 campanadas que marcan el nuevo año. Pero vemos en la escritura que si hay gozo y paz en el creer, operado por el Espíritu Santo, podremos enfrentar no importa qué. Él ha prometido y Él lo hará. Él ha hablado su Palabra y su Palabra siempre se cumple. Romanos 15:13 nos dice: "Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo".

Así como antes dedicábamos todo nuestro ser para pecar, y eso nos llevaba de pecado en pecado, así ahora la Palabra nos exhorta a presentar nuestros miembros obedeciendo al Señor para algo mejor: la santificación. La santificación, ese fruto inmerecido que el Señor nos ha dado. Antes pecábamos yendo de iniquidad en iniquidad. Ahora vivimos para el Señor y vamos, como dice en su Palabra, de gloria en gloria. Cada vez siendo transformados a la imagen de Cristo.

La celebración de la Navidad para los cristianos, no sólo es apropiada e importante, sino bíblica y necesaria. Existen creyentes serios y comprometidos con la Escritura que resienten la celebración del Adviento y de la Navidad pensando que en ella la Iglesia se mezcla y se rinde ante el mundo. Argumentan que al celebrarla los cristianos se mezclan en una una fiesta pagana que la cultura popular recubre con un fina capa barnizada de asociaciones cristianas y bíblicas. Lo importante es no arrastrarnos en la corriente de la sociedad pagana. ¿Pero no es lógico que celebremos el momento histórico más importante de la humanidad, el nacimiento de Dios hecho hombre que vino a salvar a la humanidad y perdonar sus pecados restableciendo la relación con Él? Aunque no hay un mandamiento explícito, sí hay unos implícitos para celebrar la Navidad.

Hoy día, tristemente, la sociedad espera que se hable desde los púlpitos de las iglesias, acerca de los sueños, sobre alcanzar metas, y de lo capaces que somos para hacer lo que deseemos. Ese es el tipo de mensajes que muchos creyentes buscan hoy. Es lo que el mundo quiere. Pero la Biblia está llena del tema sobre la santificación. Del concepto de la santidad de Dios. Dios es un Dios santo, único. Y la Biblia también habla de la santidad que Dios demanda de nosotros, su pueblo.

Lo mejor que pudo haber pasado en nuestra vida fue que llegara Jesucristo. Que Dios mismo se encarnara y se hiciera hombre. Vivió obedientemente. Hizo lo que nosotros no podemos hacer. Y todo lo hizo porque nos ama, para que tú y yo pudiéramos ser salvos. No podemos impresionar a Dios con nuestras obras.

Cumplir estatutos y mandamientos no es suficiente. Es el mensaje de Pablo al predicar en Antioquía. Hablándole a los judíos les dijo, por tanto sepan que por medio de Jesús se anuncia el perdón de los pecados. Ustedes no pudieron ser justificados por medio de la ley de Moisés. A través del sacrificio de Jesús tenemos libre acceso a Dios. Ya Dios no nos ve como pecadores sin remedio. Sino como gente que ha sido redimida, por la cual Jesús derramó su sangre. Y podemos entrar a adorar delante de su presencia. ¿A qué vino Cristo al mundo? A quitar el pecado a destruir las obras del diablo.

Nosotros podemos buscar la plenitud en otras cosas que no tienen repercusión eterna. Las cosas terrenales a veces nos sacan de la comunión de la gracia ya alcanzada. Y nos enfocamos en metas superfluas. Nuestras carencias luchan por atención y por ocupar el lugar de Cristo en nuestra vida. Es una lucha, el Espíritu quiere la plenitud de Cristo, pero la carne quiere reconocimiento, poder, etc. No puede haber el gozo sino conocemos la plenitud de Cristo en nuestras vidas.

Cristo fue rechazado en su comunidad, en el lugar donde creció, donde estaban las personas que lo conocían. Allí exactamente fue rechazado, porque el sermón que trajo en la sinagoga de Nazaret, expone la verdad de que Él es el cumplimiento de la profecía mesiánica de Isaías 61. Y dejó claro que no solo vino a traer salvación a los judíos, sino a todo pueblo o nación. Eso provocó gran ira y rechazo hacia Él, y es lo que vemos en este pasaje de Lucas 4:14-30.

Es muy común que mucha gente piense que el propósito por el que Lucas coloca este pasaje aquí, es para que tengamos a Cristo como ejemplo moral y que a través de eso tengamos éxito en nuestras luchas. Otros acentúan las maquinaciones del diablo y cómo opera. Esa no es la razón principal por la que Lucas describe en su evangelio la tentación de Jesús.

La razón por la que Lucas expone en su evangelio la genealogía de Cristo es para mostrarnos que Jesús no solamente es Dios verdadero, sino que también es verdadero hombre. Pero también hay una razón específica por la que Lucas coloca esta genealogía justo después del bautismo de Jesús y antes de comenzar su ministerio y ser tentado por Satanás en el desierto. El pastor Richard González trajo la explicación durante su predicación expositiva del pasaje de Lucas 3:21-38.

En este capítulo Lucas comienza a hablar de Juan el bautista, pero antes expone el caos, la oscuridad en la que estaba viviendo el pueblo de Israel tanto políticamente como religiosamente. Lo que se narra es que cuán más oscuro está el panorama, la luz de Cristo es enviada para ejercer el Evangelio. No hay política que pueda frenar el propósito y los designios de Dios. No hay nada de lo que Dios no tenga control. Por eso Daniel dice que Él pone y quita reyes. Nuestra esperanza no está en lo que los políticos puedan hacer sino en Jesús y Su Palabra. Y a ese pueblo en oscuridad, fue al que Juan vino a predicar preparando el camino para Cristo.

Predicación en torno al Día de la Reforma Protestante.

En este evangelio de Lucas se registran las primeras palabras de Jesús. Que un hijo se pierda, aunque sea solo por unos minutos, provoca una angustia bien grande. Así que Lucas nos muestra un relato con relación a Jesús, en que sus padres José y María estaban buscándolo. La razón por la que Lucas incluye este relato es para contarnos la providencia mesiánica, y sobre la obediencia de Jesús. Para demostrar quien Él era y lo que vino a hacer. Jesús lo explicó: esta es mí misión y en los negocios de mi Padre es donde debo estar.

Jesús vino a dar luz a los que vivían en tinieblas. A darnos libertad del pecado. A quebrantar el corazón de piedra. Traerá luz y salvación a su pueblo como dice en Lucas. Traerá paz y libertad para los gentiles.

¿Cuál es nuestra actitud respecto a anunciar lo que nosotros hemos recibido? Los pastores a los que se apareció el ángel tras el nacimiento de Jesús, y acudieron a verlo, aunque no entendieran todo reconocieron que algo trascendental ocurrió con su nacimiento. Que esta sea nuestra actitud con el evangelio que nos ha sido predicado.

La misericordia no es un concepto que teológicamente sea difícil de explicar. Es retener la ira y el castigo que merece nuestro pecado. O es una gracia que no tenemos derecho de pedir. Lo que no es simple y sigue siendo un misterio en la misericordia de Dios, es cómo y a quién Él aplica su misericordia. A Moisés Dios le dijo, "tendré misericordia del que tendré misericordia". El apóstol Pablo en Romanos toma ese pasaje y recalca que depende de Dios, quien nos tiene misericordia. No es un acto que podamos ganar, cambiar, pedir o merecer. Es simplemente que Dios ha tenido misericordia por una razón que no sabemos y es un misterio. La palabra misericordia es la que toma prioridad en la narrativa de Lucas. Es el acto misericordioso de Dios para salvarnos. Iremos descubriendo la gran misericordia de Dios para nosotros.

Una de las características de las Sagradas Escrituras es que en ellas no existe elemento alguno de error o confusión. Es decir, que la inerrancia (doctrina central para nuestra fe) es un elemento distintivo derivado del resultado de su autoridad, su claridad, su suficiencia, su fuente de inspiración, su infalibilidad, su autoría, y su veracidad. En línea con lo anterior debemos afirmar también que en ella no hay elemento de contradicción alguna.

Hablar de profecías en el presente, versus la Palabra profética más certera, la Biblia, es una premisa que de entrada, puede sonar incómoda para algunos creyentes, incluso polémica. Pero no debería ser así para cualquier cristiano que atesore la Palabra de Dios y que verdaderamente confíe que lo que lee a diario en la Biblia, es exactamente la voz de Dios escrita a puño y letra por hombres que fueron inspirados por el Espíritu Santo. Un cristiano que defiende la vigencia de los dones como el de profecía, no debería tener mayor anhelo de que alguien le hable de parte de Dios, que el deseo por experimentar las riquezas que puede encontrar directamente en su Palabra.

Si en verdad hemos de conocer a Dios, es absolutamente necesario que Dios nos revele quién es. De otra manera, nos quedaríamos en extrema oscuridad. Es por esto por lo que la Biblia hace énfasis con tanto entusiasmo sobre la autorevelación de Dios. Esta revelación es personal. Dios se revela a sí mismo al decirnos su nombre. Inicia un pacto con nosotros y se nos da a conocer.

La Biblia está compuesta por sesenta y seis libros agrupados en dos grandes secciones conocidas como Antiguo Testamento y Nuevo Testamento. El evento que marcó la historia en dos partes es la encarnación de Cristo, el Hijo de Dios, y la misma es relatada a lo largo de los cuatro Evangelios. Pero es importante aclarar que toda la Biblia habla de una sola historia desde el primero hasta el último libro. Es decir, desde Génesis hasta Apocalipsis se nos habla del gran plan de Dios.

Debemos recordar que nunca estamos solos con nuestra habilidad cognitiva para entender la Biblia. Si fuera así, entonces sí tendríamos que preocuparnos. Pero no es así. Nuestro Señor Jesucristo nos prometió el Espíritu Santo, quien nos “enseñará todas las cosas, y recordará todo lo que Él ha dicho” y nos  “guiará a toda verdad”. Esta es una realidad que no podemos pasar por alto. Debemos orar al Señor por la dirección de su Espíritu cada vez que nos acercamos a la Palabra y no apoyarnos en nuestro propio entendimiento.

“Los cielos cuentan la gloria de Dios, Y el firmamento anuncia la obra de sus manos” - Salmos 19:1

Cuando lo vemos en detenimiento y la respuesta que produce, podemos darnos cuenta que la creación es una revelación grandiosa de nuestro Dios. El firmamento anuncia la grandeza de Dios. No hay forma que este orden haya pasado al azar. Este Salmo es un poema de la revelación continua de Dios durante el día y hasta la noche. Dios es el creador de todas las cosas. Con un lenguaje que no se oye, el mensaje es claro y sin duda. El hombre sabe que hay un Dios pero en su pecado suprime el conocimiento y prefiere dar gloria a la creación y no al creador.

La Escritura es infalible, pero nosotros no. Nuestra interpretación de algún pasaje bíblico puede que no sea el mismo mensaje que Dios intencionó dejarnos. Esto se vuelve aún más probable y más cierto cuando usamos textos aislados para apoyar principios no bíblicos que muchas veces son totalmente contrarios a la intención y el contexto para el cual se escribió. La corriente humanista de nuestra sociedad tiende a usar textos bíblicos para sigilosamente establecer pautas no bíblicas de una manera que aparente que sí lo son.

Hoy día vemos algunas versiones encontradas de algunas lecturas bíblicas y un mal uso de textos para sostener pensamientos humanos no bíblicos. El ser humano, al hacer cualquier tipo de lectura, puede inconscientemente traer a colación sus experiencias, aprendizajes, sesgos culturales y sociales que tiene arraigados en su ser, haciendo la interpretación una particular, individual y personal. Es por esta razón que tenemos que estar apercibidos de esta situación y buscar la razón innata del texto, en el contexto y situación en que se escribió, y buscar el propósito del autor al escribir para poder darle una interpretación más certera y verdadera. De manera que el mismo pasaje nos diga lo que el autor en realidad nos quiso decir en su inspiración por el Espíritu Santo en los momentos que lo hizo.

La santa y divina Palabra de Dios es la fuente y método principal de interpretación de la Biblia misma, como fundamento sólido e inequívoco. Este es uno de los principios más importantes dentro de la hermenéutica: la creencia de que la Biblia es la herramienta indispensable para interpretarse a sí misma. A través de todo el canon bíblico, están plasmados los relatos y ejemplos que conducen hacia esta afirmación. Es por esto que queremos resaltar diligentemente por medio de la guía del Espíritu Santo varios pasajes que afirman dicha conclusión.

Cuando hablamos de Dios Padre y de Cristo Su Hijo, debemos hacer distinciones sutiles pero importantes para entender las particularidades de los términos “Palabra” y “Logos”. El evangelio de Juan 1:1-4 presenta un “Verbo” y un “Logos” coexistiendo de manera perfecta, clara, libre de confusiones, donde el “Verbo (Palabra) es hecho carne”.

Enfocarse únicamente en el testimonio de Cristo y los apóstoles en cuanto a la naturaleza de las Escrituras y no ver la Biblia en su totalidad como inspirada por Dios, es un error, en sí mismo es ilógico, irreverente e injustificado. El camino correcto consiste en tratar la Escritura sobre la presuposición de que, habiendo sido dada por Dios, es fiel a los hechos físicos, morales y espirituales; porque ese es el enfoque que los fundadores del cristianismo modelaron en su propio ministerio y que con toda autoridad enseñaron a sus seguidores.

Desde el Génesis hasta Apocalipsis, una cosa parece ser la constante; el hombre se presenta como un ser incrédulo, y tal incredulidad lo lleva a desobedecer a Dios pues no le es posible obedecer a algo o alguien en el cual no puede verse genuina y profundamente identificado, a menos que ocurra un cambio radical en su corazón endurecido y rebelde a su Creador. Tal cambio transforma a ese hombre, muerto en su propio pecado, en uno nacido de nuevo y por lo tanto, dispuesto a responder a la Palabra de su Dios. Es lógico entonces pensar que el creer antecede a la obediencia. En el creer se manifiestan tres aspectos importantes que nos ayudan a entender el resultado del llamado de nuestro Padre: la confianza, la obediencia y la entrega. Sin un cambio de mente, es decir, sin el milagro de la metanoia, ninguno de estos aspectos se podrían manifestar.

Para el creyente, que el canon cerrado sea la revelación autoritaria completa es importante ya que, la Sagrada Escritura contiene todas las cosas necesarias para la salvación: así pues, todo lo que no se lea en ella, ni se pueda probar por medio de ella, no se exige a nadie que lo crea como un escrito de la fe, ni se considera un requisito o algo necesario para la Salvación.  Es decir, puede el creyente confiar en que lee, estudia y vive en las palabras y mandatos inspirados por Dios por medio de cada uno de los libros del canon, y que este está completo, que no cambiará, y que es la Palabra autoritaria de Dios.

AI leer el cántico de María en el pasaje de esta ocasión, podemos notar las razones por las cuáles María adoraba o glorificaba al Señor y cómo lo hacía. La poesía hebrea lo hacía de esta manera. Es un modelo de cómo debe ser nuestra adoración al Señor. Es un modelo que debemos imitar. En primer lugar, María glorifica, magnifica o exalta a Dios, por lo que estaba haciendo con ella, en ella y a través de ella. En segundo lugar, María glorificaba a Dios por lo que Él es. Por su carácter y sus atributos. Este cántico es un ejemplo de cómo debemos nosotros responder al escuchar el evangelio. A las noticias de salvación.