José Luis Martín Descalzo

«Confiad en Jesucristo.

Repito en esta página algo que yo tuve la fortuna de descubrir siendo muy niño: que todo hombre es un tesoro único para algo y para alguien.

La felicidad raramente la regalan. Lo normal es que se construya con esfuerzos. Muchas veces con dolor.

Por eso no aceptaré jamás esa absurda idea de que hay hombres que sirven y hombres que no sirven. Todos sirven. Y los que tienen que luchar contra corriente, más que ninguno.»

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José Luis Martín Descalzo.

Razones para la alegría.

La victoria silenciosa.

«Porque el amor es recio y fuerte, multiplicador y no divisor, exaltante y no desfalleciente, espoleante y no resbaladizo, sustancialmente irrompible y

permanente, vertiginoso hacia arriba, terco como un atleta siempre insatisfecho con su propio récord.».

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José Luis Martín Descalzo.

Razones para la alegría.

Dar vueltas a la noria.

«Así es, esperadme, sólo tardo tres días, ya os dije que no estaba muy a gusto en la muerte. Volveré a la vida porque soy inmortal y os haré inmortales. No os quedéis llorando sobre mi cuerpo muerto. La esperanza que tengo preparada el Domingo es más alta y más ancha que la más ancha muerte y los que ahora en el mundo ascendéis el calvario de vuestras propias vidas, recordad al hacerlo, que yo vencí a la muerte y que vuelvo, que estoy volviendo. Vuelvo, llego, estoy llegando y tengo suficiente Resurrección para todos vosotros». . . .

José Luis Martín Descalzo.

Lo que María guardaba en su corazón.

Diálogos de Cristo con María y Juan..

📧 Correo electrónico: ⁠joseluismartindescalzo@gmail.com⁠

«Y pensaron que ésta era la gran hora de demostrar su fe y de explicar al mundo las verdaderas razones de su alegría. Ellas no eran alegres porque fueran ricas, no eran alegres porque desconocieran los problemas en que se agita el mundo, no eran alegres sólo porque fueran jóvenes y sanas. Eran alegres porque creían en Dios y en el sentido exaltante de sus vidas y su vocación. Y hasta ahí no llegaban los envenenamientos. La colza amordazaba sus miembros, pero no sus almas. Debilitaba sus articulaciones, no su corazón».

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José Luis Martín Descalzo.

Razones para la Esperanza.

Las monjas de la colza.

«¿Pero qué dolor hay en el mundo que ella no haya cogido en sus brazos? Los más pequeños, los más desconocidos, los más vergonzosos, junto a todos está, con todos ha cargado. En toda forma de tristeza ella fue por delante. Por eso quiero que mi palabra acabe en ella».

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José Luis Martín Descalzo.

Palabras a los que sufren, cartas a los enfermos de cuerpo y alma.

Oración a Santa María de los cien mil dolores.

«Tu muerte no fue como un suicidio estoico, entraste en ella temblando y pidiendo compañía, lo mismo que nosotros. Aquel día tu miedo, canonizó el miedo. Tu dolor hizo santo todo dolor. Aquí en la tierra, sabes, dicen que tener miedo es cobardía, no falta quien crea que tener miedo es pecado, más tú tuviste miedo, llegaste a pedir que el cáliz pasara de ti, gritaste en la cruz, estabas redimiendo nuestros miedos y nuestros gritos, estabas explicando que detrás del espanto y del dolor hay siempre unas manos paternales que detienen nuestras caídas».

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José Luis Martín Descalzo.

Palabras a los que sufren, cartas a los enfermos de cuerpo y alma.

Carta al Cristo del madero.

«Hubiera sido injusto gritarle a Dios en aquel momento por qué te nos llevaba, cuando tantas gracias teníamos que darle por haberte tenido. Treinta y cinco años de madre, son una gran ración de Bienaventuranza y tú habías sido madre hasta el fondo. Hay quienes son madres y muchas otras cosas a la vez, tú no. Tú habías sido sólo madre. Te habías dedicado a ser madre. Cuando terminabas de engendrar nuestros cuerpos, te entregabas a la larga tarea de engendrar nuestras almas».

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José Luis Martín Descalzo.

Palabras a los que sufren, cartas a los enfermos de cuerpo y alma.

Carta a mi madre muerta.

«Creemos que el dolor nos destroza pero somos hijos de su mano terrible, no nos destroza sino que nos ahonda, no nos desguaza sino que nos completa. Los que gritan y protestan contra el dolor es simplemente porque no saben, porque no entienden hasta qué punto una muerte puede hacernos fecundos».

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José Luis Martín Descalzo.

Palabras a los que sufren, cartas a los enfermos de cuerpo y alma.

Carta sobre un amor (que comenzó a ser verdadero después de un dolor).

«Mientras nosotros discutíamos, tú ahondabas. Mientras nosotros nos avinagrábamos, tú seguías citándonos en la alegría. Mientras muchos vacilar e incluso temen por el fututo de la fe y de la Iglesia, tú sabías y repetías que "todo es Gracia". Efectivamente, Manolo, todo es Gracia».

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José Luis Martín Descalzo.

Palabras a los que sufren, cartas a los enfermos de cuerpo y alma.

Misa en casa de Manolo.

«[...]una historia que demuestra que la felicidad no es algo que un día nos encontramos caído por la calle, sino algo que se construye con amor y esfuerzo, cada día. Una historia que demuestra también que nuestras piernas puede paralizarla una locura o una enfermedad pero que el alma sólo nos la paralizan el egoísmo y la mediocridad. Y ahora me pregunta usted ¿para qué sirve, hermana? sirve para sonreír, sirve para amar, sirve para rezar, ¿y quién le asegura que serviría usted más a Uganda con sus manos y piernas que con su oración? ¿Quién le garantiza que su renuncia no puede pregonar más el Nombre de Cristo que su voz? ¿o acaso es que usted deseaba servir a Dios eligiendo usted el camino y no dejando esa elección en sus manos?».

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José Luis Martín Descalzo.

Palabras a los que sufren, cartas a los enfermos de cuerpo y alma.

Carta a una monja que quiso ser misionera.

«Lo que más nos molesta en los viejos es que no se resignen a ser frutos y se pasen la vida envidiando nuestras flores, o que, por el contrario, se dediquen a excomulgar nuestras flores, condenando nuestra primavera en nombre de su otoño. Me parece que por eso, todo anciano tiene que contestarse a dos preguntas: ¿he convertido las flores de mi juventud en fruto? y... ¿ahora cómo voy a utilizarlos?».

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José Luis Martín Descalzo.

Palabras a los que sufren, cartas a los enfermos de cuerpo y alma.

Carta a un anciano.

«La Creación no fue un negocio de comerciantes, fue un acto de amor. Dios no espera de ti que le pagues con frutos gigantescos, sino con tu amor y tu esfuerzo de cada día».

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José Luis Martín Descalzo.

Palabras a los que sufren, cartas a los enfermos de cuerpo y alma.

Carta a Mari Nieves (una muchacha que tenía miedo de ser un mal negocio para Dios).

«El dolor es horrible y tú lo sabes, pero sabes también que misteriosamente el hombre encuentra siempre en algún rincón de su ser, fuerzas para soportarlo y sabes también que por delante de los que sufren marchó Cristo, su redención no consistió en suprimir los dolores pero sí en descubrir su sentido, en descubrir la fuerza redentora que hay en ellos, por eso Carlos, me parece que tú y yo nos moriremos sin haber logrado hacer inútiles los hospitales, pero, a lo mejor logramos que alguien sufra menos o que sufra mejor, no será poco éxito».

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José Luis Martín Descalzo.

Palabras a los que sufren, cartas a los enfermos de cuerpo y alma.

Carta a un médico que quería extirpar el dolor (y no sólo curarlo).

«Si he de serte sincero, te diré, que ante el dolor del prójimo me siento, siempre, desarmado. ¿Cuántas veces me he sentado al borde de una cama? o he acudido a darle el pésame a un amigo que acaba de tener un vacío en la familia, me he encontrado sin palabras, con una terrible sensación de impotencia, sabiendo que el dolor se produce en ese hondo santuario del alma, a donde nadie, más que el propio interesado, puede entrar y no me gustaría ser un intruso en tu dolor».

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José Luis Martín Descalzo.

Palabras a los que sufren, cartas a los enfermos de cuerpo y alma.

Carta a quien escucha este disco.

«Reconozcámoslo: el español no escucha.

¿Tal vez porque nadie nos ha enseñado a escuchar? ¿Quizá porque el arte de oír es mucho más difícil que el de hablar? Zenón de Elea decía hace dos

milenios que «tenemos dos oídos y una sola boca porque oír es el doble de necesario y dos veces más difícil que hablar»

Para oír basta el tímpano, para escuchar el corazón.»

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José Luis Martín Descalzo.

Razones para la alegría.

Un mundo de sordos voluntarios.

«Un joven presumiendo de pasota es algo que, simplemente, no me cabe en la cabeza …

…Pero ¿qué será del mundo si los jóvenes ceden al desencanto? … por eso es imprescindible que los jóvenes defiendan lo mejor que ellos tienen: el entusiasmo.»

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José Luis Martín Descalzo.

Razones para la alegría.

El pasotismo como una forma de suicidio.

«Creo que ninguna palabra ha sido tan prostituida como esta de «amor», colocada con tanta frecuencia sobre cosas que nada tenían que ver con él, sobre sucias aventuras de antiamor o, cuando menos, del más triste desamor.

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Porque un amor verdadero no puede ser otra cosa que una entrega apasionada a buscar la felicidad de la persona a la que se quiere. El amor tiene, que ser don y sólo don, sin que se pida nada a cambio. Es lógico que el amor produzca amor, pero me temo que no ame del todo quien ama «para» ser amado, quien condiciona el camino de ida con el precio de vuelta.»

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José Luis Martín Descalzo.

Razones para la alegría.

Pecado de amor.

«…por todos los santos, no entronices en tu alma la eficacia y la utilidad como diosas rectoras de tu vida. ¿Es que acaso sabemos nosotros cuándo somos realmente útiles y eficaces? [...] La eficacia o la utilidad pueden ser baremos a tener en cuenta, pero en los puestos quinto, séptimo o noveno. Muy anterior es la obligación de seguir la propia vocación o el aprecio de la obra bien hecha por el simple hecho de estar bien hecha.»

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José Luis Martín Descalzo.

Razones para la Esperanza.

La mano en el violín.

«Aquel pan —decía mi madre— nos lo enviaba Dios. Y nos lo mandaba siempre puntualmente, ni antes ni después, justo el día que lo necesitábamos. Y así empecé yo a imaginarme a Dios como un padre atento que llevaba la contabilidad de las cocinas, aportando no riquezas, pero sí el pan de cada día.»

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José Luis Martín Descalzo.

Razones para la Esperanza.

Dios era una hogaza.

¡Hola a todos! 😃  

Hoy, 4 de enero de 2023, se cumple un año del primer programa de DESCALZOS ANTE LA HOGUERA, en Radio María Argentina. 📻  

Nuestros 7 programas fueron un hermoso camino compartido. Pudimos profundizar y conocer parte de la vida y obra de nuestro amigo José Luis Martín Descalzo. También empezamos a tener contacto con muchos de ustedes.  

✨¡Feliz último día de 2022!✨  

🎥 Con este sencillo video queremos darles gracias a Dios y a ustedes por acompañarnos durante este año que hoy termina.   

💖 Deseamos que tengan un bendecido 2023 lleno de desafíos, proyectos y momentos felices.   

✍ Que la obra de José Luis continúe siendo esa hoguera donde encontrar calor…   

“Me gusta que mis libros sean esa hoguera en la que otros vienen a calentarse dentro de un mundo frío”  

José Luis Martín Descalzo.  

¡Muchas gracias!  

¡Feliz 2023!   

Ana, Gaspar & Lautaro.  

🔥Equipo de Descalzos ante la Hoguera.   

«Y no diré yo que no haya un pasado que sirva para algo. Sirve en tanto en cuanto que ilumina el presente, en tanto en cuanto que es manantial de futuro. Es decir: sirve el pasado en la medida en que deja de serlo, en la medida en que se torna acicate y no añoranza».

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José Luis Martín Descalzo.

Razones para la Alegría.

Vivir en el presente.

«Las únicas armas verdaderas contra la guerra son la sonrisa y el perdón, que juntos producen la ternura. De ahí que alguien que quiere a su mujer y a sus hijos sea mucho más antibelicista que quienes acuden a manifestaciones. De ahí que un buen compañero de oficina que siempre tiene a punto un buen chiste sea más útil para el mundo que quienes escriben pancartas. O que quien sabe escuchar a un viejo y acompañar a un solitario sea mil veces más pacificador que quien protesta contra la carrera de armamentos.

No puedo ahora recordar sin emoción a uno de los más grandes pacificadores de este siglo, el querido Papa Juan XXIII. Con mil hombres serenos, sonrientes, abiertos, confiados y humanamente cristianos como él, el mundo estaría salvado. Pero no se salvará con pancartas y manifestaciones».

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José Luis Martín Descalzo.

Razones para la Alegría.

La paz nuestra de cada día.

«¿Y por qué ellos tiene luz y la mayoría no? No, desde luego, por instinto ni por nacimiento. Sólo tiene luz el que ha ido recogiéndola, cultivándola. La luz, la belleza, están en el mundo, pero hay que ir sabiendo recogerla. Y hay que empezar por tener las manos abiertas y no como los egoístas, cerradas, empuñadas. Todo el que tiene la luz en sus manos la tiene por su mérito y esfuerzo. Y, naturalmente, no se conquista en un solo día: se van acumulando trozos de luz, pedacitos de amor.» 

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José Luis Martín Descalzo. 

Razones para vivir. 

Ser luz para los demás  

«Hablamos mucho, conversamos poco....  

Yo prefiero llamar diálogo al encuentro sereno en el que dos almas se desnudan y se encuentran..»

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José Luis Martín Descalzo.

Razones para la Alegría.

El ocaso de la conversación.

«Me parece que a los jóvenes de hoy habría que explicarles muy bien que la especialización es algo que impone el volumen de la ciencia moderna. Pero que eso no obliga a la mutilación cultural...  Explicarles también que no hay ciencias «buenas y malas», puesto que todas son dignas, y que sólo es indigna la que le atrofia a uno todo el resto del alma. Enseñarles que, como los futbolistas, uno debe tener su «pierna buena», pero que ni los cojos sirven para el fútbol, ni los mancos para el baloncesto, ni los mutilados del alma para la verdadera, ancha y plural cultura.»

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José Luis Martín Descalzo.

Razones para la Alegría.

Todos mancos.

«Doña Anita es una vieja-viejísima-viuda-viudísima que vive en una ciudad de cuyo nombre prefiero no acordarme. Porque esto que voy a contar es una historia absolutamente real, aun cuando tenga tanto olor a fábula como tiene.  [...]  Y mientras doña Anita lloraba y lloraba de alegría, se dio cuenta de que el mundo era hermoso y la gente era buena, y que era ella quien ensuciaba el mundo con sus sucios temores.» 

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José Luis Martín Descalzo. 

Razones para la Esperanza. 

Historia de Doña Anita. 

«¡Ah!, sí: la vida es una larga paciencia y el desaliento es una gran cobardía. ¿Cómo podríamos tolerar que la incomprensión nos detuviera? ¿Tan poco creemos en nuestra propia alma que nos puede maniatar una injusticia? Sí, es cierto: la gente que dice que pierde la fe es que no la ha tenido nunca. Y quienes pierden la fe en su tarea es que nunca la han valorado como deben. Trabajar por el éxito, trabajar por el premio es pudrirse. Es bueno, sí, que llegue de vez en cuando, porque el corazón humano nos lo hicieron de carne y no de acero. Pero uno debería vivir como las llamas, que nunca se preguntan si es importante o no lo que están quemando».

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José Luis Martín Descalzo.

Razones para la Esperanza.

Elogio del coraje.

«Con ello estoy queriendo decir que en este tercer volumen entrego las que, en definitiva, son las últimas claves de mi vida. Soñé, a lo largo de mi vida, muchas cosas. Ahora sé que sólo salvaré mi existencia amando; que los únicos trozos de mi alma que habrán estado verdaderamente vivos serán aquellos que invertí en querer y ayudar a alguien. ¡Y he tardado cincuenta y tantos años en descubrirlo! Durante mucho tiempo pensé que mi «fruto» sería dejar muchos libros escritos, muchos premios conseguidos. Ahora sé que mis únicas líneas dignas de contar fueron las que sirvieron a alguien para algo, para ser feliz, para entender mejor el mundo, para enfrentar la vida con mayor coraje. Al fin de tantas vueltas y revueltas, termino comprendiendo lo que ya sabía cuando aún apenas si sabía andar».

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José Luis Martín Descalzo.

Razones para el Amor.

Introducción.

«Entonces aprendí también que el dolor era parte del juego. No una maldición, sino algo que entraba en el sueldo de vivir; algo que, en todo caso, siempre sería insuficiente para quitarnos la alegría.

Gracias a todo ello, ahora —siento un poco de vergüenza al decirlo— ni el dolor me duele, ni la amargura me amarga. No porque yo sea un valiente, sino sencillamente porque al haber aprendido desde niño a contemplar ante todo las zonas positivas de la vida y al haber asumido con normalidad las negras, resulta que, cuando éstas llegan, ya no son negras, sino sólo un tanto grises.

Otro amigo me escribe en estos días que podré soportar la diálisis «chapuzándome en Dios». Y a mí eso me parece un poco excesivo y melodramático. Porque o no es para tanto o es que de pequeño me «chapuzaron» ya en la presencia «normal» de Dios, y en ti me siento siempre como acorazado contra el sufrimiento. O tal vez es que el verdadero dolor aún no ha llegado».

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José Luis Martín Descalzo.

Razones para el Amor.

Carta a Dios.

«Y, tras la pausa del gozo, el amor prosigue su vía crucis. Simeón le explica que el amor no es una confitería, que siempre hay una espada en el horizonte, que el dolor es el crisol del amor. Y hay que empezar a amar de esa manera absurda que es huir en la noche porque este mundo empieza a no soportar al amor apenas ha nacido. Amar —ahora lo entiende María bien— no es una historia de besos y caricias, no son las dulces consolaciones del alma, no es una fogarata de entusiasmo enamorado; es luchar por aquello que se ama, dejándose tiras de alma en las aristas de la realidad».

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José Luis Martín Descalzo.

Razones para el Amor.

La más honda historia de Amor.

«Así es. Esperadme. Sólo tardo tres días.

Ya os dije que no estaba muy a gusto en la muerte.

Volveré a la vida porque soy inmortal y os haré inmortales.

No os quedéis llorando sobre mi cuerpo muerto.

La esperanza que tengo preparada el domingo

es más alta y más ancha que la más ancha muerte.

Y los que ahora en el mundo

ascendéis el Calvario de vuestras propias vidas

recordad, al hacerlo, que yo vencí a la muerte.

Y que vuelvo.

Estoy volviendo.

Vuelvo.

Estoy llegando.

Y tengo

suficiente

resurrección

para todos vosotros».

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José Luis Martín Descalzo.

Razones para el Amor.

La pasión de ser hombre.

«Además, voy aprendiendo de la máquina muchísimas cosas. Durante esas cuatro horas de cada sesión uno tiene tiempo para pensar mucho. Y a veces me digo: ¿ves? Así es el Cuerpo místico. Uno tiene la sangre envenenada y viene otro y te presta la suya bien limpita y llega un momento en el que ya no sabes muy bien qué sangre es tuya y cuál te dio el vecino. La comunión de los santos tiene que ser así.

Otras veces entiendo mejor los sacramentos. En el bautismo me «enchufaron» a Cristo y en la confesión me siguen limpiando el alma como me limpia la diálisis la sangre. Si me desenchufo, adiós José Luis, alma muerta, cuerpo envenenado. ¿Cómo podría uno no querer a todos estos ángeles amigos?

Tiene toda la razón este cura de Astorga que me escribe para contarme que también él es compañero de máquina, que también él ha «saboreado hasta la saciedad el dolor de ir perdiendo poco a poco jirones de libertad»; pero que «en las largas horas de los tubos enchufados ha aprendido que la máquina puede mantenerte en la vida, pero sólo el amor de Dios puede permitirte vivirla en plenitud». Sí, es verdad. Todo es gracia».

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José Luis Martín Descalzo.

Razones para el Amor.

Querida máquina.

«Eso es: los cristianos no vivimos un superficial ecologismo pagano que adora a la naturaleza por sí misma. Nosotros creemos que el mundo entero late. Y que en todos los latidos respira el mismo corazón que lo creó todo: hombres, animales, plantas, cosas. Todo es digno de respeto y amor.

Por eso yo, después de haber rezado y querido mucho a los hombres, no me avergüenzo de unir a mis oraciones aquel verso del poeta francés Francis Jammes: «Señor, cuando me muera, ¿querrás prestarme un rinconcito de cielo para mi gata?»».

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José Luis Martín Descalzo.

Razones para el Amor.

Un rincón en el Cielo.

«No sé si todo esto que estoy contando será una herejía. Pero, al menos, a mí me sirve. Porque si tengo que esperar a ser santo para empezar a hablar a la gente de Dios, aún me estaría calladito. Y si sólo puedo escribir de la alegría cuando todo me va bien, me pasaría media vida ayunando letras. Comprendo que tengo obligación de tener las manos llenas porque Dios se lo merece, pero no me desaliento cuando las veo vacías. Y me encanta la idea de ser un canuto a través del que Alguien, más importante que todos nosotros juntos, sopla. Y de tanto pasarme gracias por las manos, alguna se me pegará, digo yo.

Nuestro problema está, entonces, en ser buenos transmisores, volvernos transparentes, para que pueda verse detrás de nosotros al Dios escondido que llevamos dentro. Y luego repartir sin tacañerías lo poquito que tenemos —esa pizca de fe, esa esquirla de esperanza, esos gramos de alegría—, sabiendo que no faltará quien venga a multiplicarlo como el pan del milagro. Seguros de que la pequeña llama de una cerilla puede hacer un gran fuego. No porque la cerilla sea importante, sino porque la llama es infinita».

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José Luis Martín Descalzo.

Razones para el Amor.

El milagro de las manos vacías.

«Humano es el afán de ser mejores, el saber que aún estamos a medio camino, el señalarnos como meta la perfección aunque sepamos que nunca llegaremos a la meta total».  

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José Luis Martín Descalzo.  

Razones para vivir.  

La apuesta de ser hombre.  

«Es curioso: nos creemos libres e informados. Y todos vivimos dentro de campanas de cristal. Y, desde lejos, condenamos a cuantos no encajarían

dentro del aire de nuestra campana. Todos —y no sólo los exquisitos— vivimos en nuestras torres de marfil y, desde ellas, disparamos a lo que nos rodea.

Tienen que venir algunas experiencias dramáticas para que abramos los ojos y empecemos a entender. Y, cuando se ha empezado a entender, ya se está

dispuesto a comprender y aceptar a los demás.».

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José Luis Martín Descalzo.

Razones para la Alegría.

Los ojos abiertos y limpios.

«…ser cristiano es ser «más» hombre y no hombres renuentes, asustados, enlutados, confundidores de la esperanza con la babia expectante.

Siempre he creído que Cristo fue precisamente eso: el ser humano que ha vivido más en plenitud, el único que realmente existió completamente «a tope», siempre vivo y despierto, siempre ardiente y quemante, el único que jamás conoció el aburrimiento, incapaz del bostezo, la misma juventud.».

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José Luis Martín Descalzo.

Razones para la Alegría.

El alma sin desdoblar.