Carlos D' Ortíz

En la vida he sufrido tan sólo por orgullo.

¿Pero quién me mandó a ser tan orgulloso?

Ahora estoy pagando mi pecado

por ser un méndigo rencoroso.

He llegado a la conclusión de que el

orgullo es el peor enemigo del amor.

Te convence de que lo dejes ir

y cuando te llega la nostalgia,

te vuelve a convencer de que hiciste lo correcto,

aunque por dentro te  sangre el corazón.

El orgullo no te deja nada bueno.

Al contrario,

te aleja de las personas

que más amas en la vida.

Y al final, te haces daño a ti mismo,

a quien hiciste a un lado por orgullo

y a quien vino a suplantar el lugar de esa persona.

Por mi orgullo me alejé de ti.

Por mi orgullo me olvidaste.

Por mi orgullo me busqué un nuevo amor.

Por mi orgullo tú me has dicho:

—Fuiste cruel, me lastimaste—

Pagaré con creces mi pecado,

por haber escuchado a la voz del maldito orgullo.

Por ignorar la voz de mi corazón,

peor que si hubiese sido un murmullo.

Cutzamalteca de mis amores,

bella como sus flores.

Hermosa como sus praderas,

sus colinas como tus caderas.

Suspiro al mirar tus ojos,

brillantes como las estrellas,

me han hechizado al mirar su brillo

aquella noche de luna llena.

El delicioso sabor de tus labios,

dulces como el agua del Río Cutzamala.

Húmedos como las riveras donde saciaban su sed

los hombres de la Cultura Mezcala.

Tus mejillas son rojizas,

como ciruelas del mes de Mayo.

En tu trigueña piel tan suave y lisa,

que me tiene tan enamorado.

Enamorado como el zocalo de su kiosko,

como el pueblo de sus tradiciones.

Como el jardín de sus columpios,

sus canchas y sus jugadores.

Tulipanes rojos te regalaré,

o quizá prefieras flores de San Miguel.

Tal vez una Rosa roja,

flores de Bugambilia o un Clavel.

Pero qué Guachita tan hermosa tú eres,

oriunda de la bella Cutzamala.

Tímida como los Gachupines del mes de Junio,

brillante como los Churupetes en tiempos de aguas.

Caminemos de la mano

por los verdes jardines de este zócalo,

patrimonio nacional.

Disfrutemos de esas comidas típicas,

deliciosas para el paladar.

Lucharé por tus amores

como el General Pinzón

luchó por su gente.

Así como las Picas de Semana Santa

cuando apresan a Barrabás,

luchando incansablemente.

Ven, subamos a la torre de la

Iglesia de la Asunción,

quiero que ascendamos más cerquita del cielo

y nos palpite fuerte el corazón.

Quiero bendecir desde las alturas

a esta tierra hermosa que te vio nacer,

quiero declararte en lo más cerquita del cielo,

este amor que por ti empieza a florecer.

Hoy alguien me preguntó

en qué tanto pensaba

mientras miraba al vacío.

En ella,

—quería decirle—

en sus ojos,

en sus labios,

en sus lunares...

En su alma.

Pero sólo sonreí;

pues lo único que pude decir es:

“En Nada”.

Y es que nada puede explicar

todo lo que pasa por mi mente,

cuerpo y alma cuando pienso en ella.

Nada,

absolutamente nada

explica todo lo que me provoca

esa tierna sonrisa.

Por eso, “nada”

es lo que le digo al mundo,

para no delatar esa osadía mía

de haberla convertido en mi todo.

Te amo pero no me convienes...

No, no hablo de beneficios materiales,

o que busque en ti un beneficio personal,

afortunadamente soy una persona

cien por ciento independiente,

espero no lo vayas a malinterpretar.

Hablo de que no me ofreces

ningún beneficio emocional o espiritual.

Y la verdad,

yo ya no estoy

para esos bajones de energía

así de fuertes como los que

estás acostumbrada a dar.

Es una difícil decisión,

es verdad,

pero si sigo dándote

más oportunidades de hacer conmigo

lo que se te de tu regalada gana,

voy a acabar muy mal,

Y ese no es el futuro

que contigo yo solía planear.

Gracias por las lecciones,

cuídate y sé feliz,

ya que juntos no se pudo lograr.

De verdad Te Amo,

pero no me convienes,

te dejo libre para que busques tu felicidad.

Esa que en mí no pudiste encontrar.

Me dolerá verte partir,

no te lo voy a negar,

pero si logras ser feliz lejos de mí,

mi sacrificio bien que lo valdrá.

Yo jamás te herí,

tan sólo toqué las heridas de tu pasado.

Esas que alguien más te abrió,

y dejaron tus sueños frustrados.

Tú jamás me heriste,

yo ya venía lastimado.

Tan sólo volviste a tocar mis heridas,

que yo juraba que ya habían sanado.

Yo te hiero...

Tú me hieres...

¿Qué clase de conjugación es esta?

Dejemos ya de lastimarnos,

así nunca ganaremos esta apuesta.

Me lastima tu mal genio,

te lastiman mis reclamos.

Nunca estamos de acuerdo,

sólo al momento de lastimarnos.

Ambos sómos infieles

con excusa de venganza.

¿Qué caso tiene seguir juntos

mutilando la esperanza?

Lo nuestro no es un amor sano,

parecemos perros y gatos.

Un momento estamos felices,

al rato ya estamos peleando.

El amor no es un juego de niños,

tú y yo nunca maduramos.

Ya paremosle a este juego

donde sólo el ego está triunfando.

Juntos no hacemos equipo,

pareciera que sómos contrarios.

Es mejor despedirnos

antes de acabar por matarnos.

Heridas que aún no cicatrizan,

manchan de sangre a quien no la debe.

¿Por qué nos enredamos con una nueva pareja,

si todavía no sanamos lo que aún duele?

Lo nuestro es una relación tóxica,

porque sómos dos inconscientes,

que se envolvieron en una nueva relación,

sin resolver sus problemas pendientes.

Lo ofrecí mi hogar,

pero ella sólo quería la cama.

Lo ofrecí mi vida,

pero ella la vivía muy acelerada.

Ella sólo me daba

migajas de su tiempo.

Ella sólo me ofrecía

un esporádico furtivo encuentro.

Tuve su cuerpo

pero nunca su alma.

Tuve sus besos

pero nunca su calma.

De ella sólo comí migajas

como los perros bajo las mesas de sus amos.

Yo que le ofrecí mi mejor banquete,

ella huyó de mi vida dejándome vacías las manos.

Bebimos, reímos,

bailamos y cantamos...

Platicamos de cosas que nunca

le habíamos contado a nadie más,

de esos secretos que sólo se le cuentan

a una persona especial.

Con esas confesiones,

incluso,

hasta lloramos

y nos consolamos.

De nuestros cuerpos hicimos uno

a la luz de las velas

y al compás del corazón.

Con locura y pasión desenfrenada

nos desnudamos con ternura el alma,

esas noches de luna llena enamorada.

Dudo que exista otra forma más divina

de entregarse en cuerpo y alma.

A esto se le llama hacer el amor...

en toda la extensión de la palabra.

Bienaventurado me sentí

aquel día que nuestras miradas

se cruzaron por primera vez.

En ese entonces una extraña sensación

comenzó lentamente a apoderarse de mi ser.

Si le dijera que era usted

lo que yo estaba buscando,

si le dijera que es usted

la chica que siempre soñé.

Yo, sinceramente le mentiría,

porque yo en usted no buscaba nada;

y sin embargo todo lo encontré.

Pero viene usted,

y el simple hecho de saber de su existencia

viene a cambiarme todos mis planes.

En ellos no se contemplaba

la idea de enamorarme.

Pero usted ha llegado así como si nada.

Con esa sonrisa que no logro

arrancar de mis pensamientos.

Imposible no querer mirarla

todas las mañanas al despertar.

Todas las noches antes de dormir.

Es su sonrisa la razón por la que

sueño despierto cada día.

Por la que oro diaramente al

Creador para que usted sea mía.