Radio Teta

No sé si lo sabes, pero Singapur está estudiando eliminar por completo los exámenes. La estadística les cayó como una losa cuando se estableció la relación entre el principio de curso y el suicidio adolescente. Demasiada presión.

En España la nueva ley educativa, la LOMLOE, acaba con los exámenes de septiembre.

Hoy vamos a hablar sobre esta medida y sobre la ansiedad de nuestros adolescentes en este nuevo y atípico final de curso.

Ya lo vimos cuando hablamos con Elena López: el contacto es fundamental en el establecimiento del apego seguro y éste es fundamental para una buena salud mental.

Hoy te cuento por qué esto es así. Por qué el hecho de que tú portees a tu bebé es una inversión en su salud mental futura.

Hoy te hablo desde la soledad de mi casa. Es lunes por la tarde, estamos en vacaciones, pero en casa no están mis hijas.

Hace unos años, cuando ellas estaban en primaria, yo deseaba fervientemente la llegada de las vacaciones o los puentes, porque me apetecía mucho estar con mis hijas sin la dictadura de los horarios, las extraescolares o los malditos deberes.

Sin embargo ahora ellas hacen planes sin nosotros y su tiempo es sólo suyo.

Y dentro de nada, en otro pestañeo, llegará el momento de dejarlas ir.

Hoy vamos a hablar del Síndrome del Nido Vacío. Qué es, en qué consiste y cómo intentar tratarlo.

Cuando mi hija mayor tuvo el problema del bullying en el colegio, después de decirle desde pequeña que no se pega (y no pegándola a ella, claro) y que la violencia es el último recurso del imbécil, la única manera de que ella dejase de recibir violencia fue cuando le dimos permiso para que se defendiera. Porque el imbécil no tiene más recursos de debate que la bofetada; pero es que la mayoría de las veces, tampoco entiende otra cosa.

Vamos a hablar de esto. Vamos a hablar del bullying.

¿Qué es? ¿Cómo funciona? ¿Cómo es el bullying entre adultos o, incluso, de adultos (como los profesores) hacia los menores? ¿Cómo afecta a la salud mental tanto de agredidos como de agresores? ¿Cómo manejarlo y cómo intentar ponerle fin.

Hola, mujer estupenda.

Esta semana voy a dedicar, si te parece bien, estos minutos del podcast de Radio Teta al cambio de hora.

Sí, ese que pasa dos veces al año, primero para regalarnos una hora y luego para quitárnosla… Sí, ya sé que es al revés. En marzo nos la quitan y en octubre nos la devuelven. Pero ya sabes que yo reivindico mi derecho a tomar las uvas en septiembre, así que para mí va antes el cambio de otoño que el de primavera.

A ver, que me voy.

Este fin de semana ha vuelto a pasar: nos han quitado una hora. Y yo estoy pues como pollo sin cabeza, la verdad.

Me he levantado a la hora de siempre, pero resulta que me he levantado una hora tarde. Voy con una hora de retraso para hacer todo lo que tengo que hacer, pero no. En realidad voy a la hora.

En fin, un horror. Y en mi casa no soy sólo yo, ¿eh? El pater está con insomnio y la mayor está de muy mal humor.

Y a ti, ¿te afecta el cambio de hora? Te escucho.

Hace unos días me estaba tomando una caña con mis amigas de la infancia, y hablábamos de este tema, y fíjate la coincidencia, hoy mismo una de las mujeres participante en los Círculos de La Teta y Más, me pedía tratar el tema de la adolescencia.

Y es que llevamos miles de años juzgando duramente a nuestros adolescentes, olvidando nuestra propia adolescencia y creyendo a pies juntillas que nosotros no éramos así. Que cualquier tiempo pasado fue mejor.

Pero, ¿qué es la adolescencia? ¿Siempre ha existido esta etapa del desarrollo? ¿Cuáles son las fases que transitan nuestros jóvenes en esos años de locura? ¿Hay distintos grados de madurez? ¿Puede ser que ahora dure más, o es algo que nosotras percibimos, pero que como el resto de comportamientos, simplemente olvidamos de nosotras mismas?

Hoy hablamos sobre la temida adolescencia.

El pasado 24 de febrero, el presidente ruso, Vladimir Putin, anunció en un discurso televisado en plena madrugada, el inicio de una operación militar que, con la excusa de "desmilitarizar" y "desnazificar" ucrania, supuso en la práctica, el inicio de una invasión.

No es este el lugar de buscar posibles justificaciones o analizar un conflicto que, aunque nosotros hemos visto en las noticias desde el pasado febrero, lo cierto es que lleva calentándose desde el año 2014.

El caso es cuando comienza un conflicto de estas características, o cuando hay una catástrofe natural, o un movimiento migratorio causado por cualquier circunstancia, de manera automática empezamos a movernos para llevar nuestra solidaridad hasta el lugar de emergencia humanitaria.

Y eso está muy bien. Ojalá fuéramos así de solidarios con todas las personas, incluso las que tenemos más cerca.

El problema es que las donaciones suelen estar organizadas, en primera instancia, por instituciones o grupos muy pequeños y locales que normalmente no tienen ni idea de lo que realmente se necesita y de los problemas que pueden surgir cuando se donan algunos productos.

Es el caso de los preparados para lactantes, la "leche artificial". Es uno de los productos en los que primero piensa todo el mundo, pero con muy poco sentido común.

Es gracioso cómo en algunos carteles de petición de donaciones se advierte, con mucho sentido común, que es mejor no donar productos como las legumbres secas o el arroz, porque llegarán a zonas donde es posible que no haya agua ni fuentes de calor, pero se pida, a renglón seguido, biberones y leche y papillas en polvo.

Hoy en Radio Teta, te hablo de por qué no hay que donar leche artificial en caso de emergencia humanitaria.

¿Qué es la procrastinación?

La RAE la define con 2 sencillas palabras:

Procrastinar es diferir, aplazar.

Si ahondamos en definiciones más prolijas, resulta que Procrastinar significa posponer o aplazar tareas, deberes y responsabilidades por otras actividades que nos resultan más gratificantes pero que son irrelevantes.

Procrastinar es una forma de evadir, usando otras actividades como refugio para no enfrentar una responsabilidad, una acción o una decisión que debemos tomar.

Pero, ¿por qué procrastinamos? ¿Por qué algunas personas tienen una autodisciplina suficiente como para dejar de procrastinar, mientras otras nos metemos en un mapa interminable de procrastinaciones que nos impiden avanzar?

Y ya que estamos en esta harina semanal que es la salud mental, ¿qué tiene que ver la procrastinación con los problemas mentales? ¿Es cierto que la procrastinación es una suerte de holgazanería, o hay algo más detrás de ese comportamiento?

Y sobre todo, ¿cómo podemos evitar la procrastinación? ¿Hay algún método milagroso para superar esa casi adicción que es procrastinar todo el tiempo?

Hoy vamos a ver si encontramos la respuesta a estas preguntas.

Hoy hablamos del intrincado mapa de la procrastinación.

Hace un año le dije a Elena López (Monitos y Risas, entre otras) que me concediera una entrevista. Y ella, generosa siempre, me dijo que sí. Hablamos sobre portabebés, sobre contacto, sobre las necesidades de madres y bebés. Y sobre su comunidad de autocuidados.

Entonces yo no tenía ni idea de que iba a terminar hablando de salud mental. Y hoy me doy cuenta de lo mucho que llevamos hablando de ello.

Hoy vuelvo a llorar contigo.

Después de semanas hablando de la salud mental con datos, hoy recopilo algunos de ellos y les pongo piel a través de mí misma.

Hoy te cuento cómo se ha visto afectada mi salud mental con la enfermedad de mi hija mayor, cómo aprendí a tomar parte activa para intentar solucionar aquellas cuestiones del entorno que la empeoraban.

¿Te ha pasado a ti algo parecido?

Te escucho.

La planificación, organización y coordinación de muchas de las labores que conlleva el desempeño del rol de cuidado doméstico y familiar, supone manejar e integrar una gran cantidad información, con la necesaria participación de procesos y recursos cognitivos como atención, memoria, concentración..., con el notable esfuerzo psicológico que supone.

Hablamos de la carga mental que soportamos las mujeres en nuestro hogar.

Vives tu embarazo con ilusión. Lo preparas todo pensando en que cuando vuelvas del hospital, lo harás con un bebé sano en brazos. Pero vuelves con tu bebé, y un diagnóstico.

Hoy te hablo de la salud mental de las madres que cuidan a su hijo con una enfermedad crónica.

La ansiedad así, a palo seco, es en principio un síntoma emocional normal ante algunas situaciones. Todos sentimos ansiedad, o miedo, o inquietud en situaciones de estrés, o como parte de un cuadro normal, no patológico, de vivencia de un duelo.

El problema es cuando ese síntoma emocional se alarga en el tiempo y se desvincula de lo que lo causó en un principio. Puede incluso que aparezca sin que nunca nada lo haya causado. Eso es un trastorno por ansiedad.

Y ese trastorno dura, al menos, seis meses.

Seis meses de miedo irracional.

Hoy hablamos de la ansiedad.

Tantas semanas hablando de salud mental, y todavía no me había metido de lleno a hablar de los duelos. Aquello que me incitó precisamente a grabar esta serie de programas, que es el duelo por la muerte de mi madre. Pero cuando algo duele, inconscientemente,  más o menos, lo posponemos.

En este programa hablo del duelo, del tiempo que dura, y de cómo distinguirlo de la depresión.

Como siempre, ya sabes: te leo, te escucho, te tengo muy presente.

Hoy, además, quiero que te quede claro que si me necesitas, sólo tienes que silbar.

Así se dirigió Sinead O'Connor a quien quisiera escucharla la semana pasada cuando se encontró el cuerpo de su hijo de 17 años, que llevaba dos días desaparecido del centro en el que se encontraba ingresado precisamente, por riesgo de suicidio.

La salud mental de las madres pasa también por la salud mental de nuestros hijos.

Actualmente en España, el 4% de los niños de entre 4 y 14 años tiene algún problema mental relacionado con la depresión y la ansiedad. Cuando eso le ocurre a tu hijo, tu vida se convierte en una ansiedad constante, pensando cada día en cómo está tu pequeño.

Hablamos de nuevo del suicidio. Esta vez, del suicidio adolescente.

En plenas fiestas navideñas reflexiono sobre lo que nos suponen nuestras ausencias, y digámoslo claro: algunas presencias.

En mi caso, lloro la ausencia de mi madre, y reflexiono sobre lo importantes que son las madres para las madres. Y lo duras que son las ausencias, la pérdida de referencias.

Y la reflexión más importante es lo duro que tiene que ser llorar la presencia de los propios hijos.

Yo recuerdo mi primera maternidad sumamente estresada e intentando pasar tiempo sola, sin mi hija. Por eso creo que entiendo a las mujeres que viven con ansiedad su maternidad y encuentran en el colegio un gran aliado para su salud mental. Lo que no comprendo es esa manía de hacernos dos equipos como si la maternidad fuera una competición entre tipos de maternidad. Y parece ser que hay que ganar.

Sólo te digo una cosa:

Por el bien de la salud mental de todas las madres que nos rodean, no nos pongamos palos en las ruedas, no creemos dos equipos que ya os digo yo que no pueden ganar el partido. Seamos sororas y ayudémonos un poco entre todas. Creemos nuestras tribus para maternar con tranquilidad.

Feliz Año.

Nuestra sociedad ha instaurado el éxito como la más importante de las motivaciones internas que como individuos tenemos a la hora de funcionar.

El éxito es el fin del esfuerzo, y según todo el mundo, empezando por el sistema educativo desde la Educación Primaria, si te esfuerzas tienes éxito en lo que te propongas. Si te esfuerzas apruebas; si te esfuerzas más, sacas notazas. Y si no sacas buenas notas o no apruebas, es que no te esfuerzas lo suficiente.

Esta afirmación supone implícitamente otra: el fracaso es un castigo a la falta de esfuerzo. Así que cuando fracasas mucha gente está ahí para decirte que la culpa es tuya, impidiendo así el aprendizaje que puede conseguir que no vuelvas a fracasar.

Si esto lo llevamos al ámbito materno, nos encontramos con el hecho de que cuando el resultado de tu maternidad no se ajusta a lo que la sociedad dice que tiene que ser, te tildarán enseguida de mala madre. Y no lo dudes: el peor ser mala madre que mal padre.

Y en estas fechas en las que no podemos eludir el contacto con determinadas personas, muchas madres tienen verdadera ansiedad porque saben la conversación que se les viene encima. Si has elegido un camino diferente al elegido por tu entorno, en estos momentos en que estamos todos reunidos, te verás obligada a justificarte en cada paso. Y todo, todo, lo harás mal y tendrá consecuencias terribles.

Pero no pierdas los nervios, que no es para tanto. Sólo te lo dicen por tu bien.

Lo que ha pasado con la querida Verónica Forqué no tiene nombre. Bueno, sí lo tiene, pero es feo.

Hoy quería deciros una cosa importante: si estás en un proceso duro desde el punto de vista de la salud mental, cuídate y déjate cuidar. Habla, pide ayuda.

Y para el resto: no seas la gota que horada la piedra. Acompaña, cuida. Y si no tienes nada bueno que decir aparta.

Porque lo que le ha pasado a la actriz ha sido el cúmulo de muchas gotas que han terminado por derramar el vaso.

Cuidemos la salud mental. La de cada uno y la de todos.

Cuando tienes a tu bebé en brazos, de repente, es como si el mundo entero desapareciera. Eres tú con tu cría, y la sensación de que no hay nada en el mundo que puedas hacer bien.

A los sentimientos de pérdida y dificultad de reencuentro inherentes al puerperio, se une la sensación de no hacer nada bien; da igual lo que hagas, siempre te equivocas.

Cuando las personas hablan con madres, son tremendamente impertinentes. Tienen que decir lo que le sale a la boca sin pensar en el daño que pueda hacer, y eso es mucho peor cuando las impertinencias vienen de nuestro entorno inmediato. Cada comentario no pedido es un golpe a la salud de la madre en un período muy sensible, que se ve empeorada por el sentimiento de soledad, por la sensación de no poder hablar ni con aquellos que la rodean.

Buscad una amiga. Pero una amiga que haya sido madre. Da lo mismo que haya elegido una maternidad diferente. Sólo hace falta que sea madre, que ya es una base común, y que sea una persona empática. Será quien entienda por dónde estás pasando. Porque al final, todas las mujeres que hemos sido madres, hemos pasado por las mismas cosas.

Pero esa soledad que todas sentimos en el puerperio, cae como una losa cuando los hijos se hacen mayores y tú has decidido estar ahí para ellos. Porque la soledad deja de ser una sensación, para cobrar un sentido de realidad que hace necesaria una evolución personal que puede llegar a ser complicada.

Hoy hablamos también de la soledad de las madres cuando sus hijos son adolescentes o adultos.

Hace unas semanas decidí comenzar una lista de reproducción en Tiktok sobre la salud mental de las madres. Creo que es una necesidad propia, del momento vital que me está tocando vivir. Descubrir cómo nos afectan cosas que siempre hemos ocultado, de manera más o menos inconsciente. Darme cuenta de lo difícil que es para nosotras mismas darnos cuenta de que eso que nos pasa, no es normal. Que tenemos derecho a encontrarnos bien. Y que no somos las únicas responsables.

Y con esto, decidí que, como parte de mi crecimiento, debía empezar a visibilizar la salud mental.

De la misma manera que hace unos años visibilizaba la necesidad de un parto respetado, o la lactancia materna. Ahora toca mi (nuestra) salud mental.

Pero hablar de algo así en porciones de 3 minutos es complicado. También lo es ponerse a escribir sobre ello, porque mueve muchas cosas.

Así que he decidido que el mejor soporte para mí, en este momento, es el podcast.

Y empiezo por el principio: vamos a entrar en materia y nos vamos a parar en el puerperio.

¿Y tú qué piensas? Te leo en los comentarios.

Hoy te cuento lo importante que es el entorno en el éxito de la lactancia; tanto el más cercano como la estructura social. Somos animales políticos, sociales, y hay determinados procesos biológicos que están atravesados por procesos de enculturación. El parto y la lactancia son dos muy claros.

Lo vas a ver genial a través de la historia del inicio de mis dos lactancias.

Comenzamos hablando de las expectativas que tenemos cuando vamos a tener a nuestro bebé: casi siempre tenemos claro que queremos amamantarlo. Pero no siempre es posible.

Vamos a hablar de Jean Liedloff y de su teoría del Continuum. Sobre por qué lo que esperamos lógicamente es amamantar a nuestro hijo. Y de ahí, iremos abordando otros temas importantes a lo largo de la semana

Os invito a escuchar mi experiencia en un Círculo que se convocó con un objetivo concreto y especial:

Una de las maravillosas mujeres que formaban el primer Círculo de madres de La Teta y Más, se quedó embarazada de su segunda hija, Cova, y por eso, celebramos un ritual para reunir energías para su nacimiento.

Y esto fue un Círculo "extraordinario".

Extraordinario, no sólo porque fue aparte del Círculo "ordinario", sino porque lo que ocurrió allí nos dejó a todas maravilladas de la energía del Círculo, que nos dejó claro que nos había trascendido a nosotras mismas.

Hoy quería hacer un homenaje a esas mujeres que, durante 5 años, me acompañaron y me permitieron acompañarlas en sus maternidades a través de las vivencias de los Círculos de La Teta.

En aquel primer Círculos había administrativas, banqueras, autónomas, arquitectas, enfermeras, …

A todas ellas las recuerdo con muchísimo cariño, y algunas se han convertido en amigas muy cercanas, con las que no pierdo el contacto nunca y a las que acudo cada poco.

Y otras, repiten en esta etapa, con sus hijos ya casi adolescentes (o adolescentes del todo).

Un Círculo de Mujeres es, ante todo, un espacio. Da igual si ese espacio es físico o virtual. Lo importante es que ese espacio se sienta y se configure entre mujeres, porque en él se comparten vivencias y se construyen muchas cosas.

Creo firmemente que deberíamos tomarnos las uvas en septiembre. O el 31 de agosto, en todo caso. Justo antes de que se cierren las piscinas, la temperatura de la terraza ya no sea tan agradable a la puesta del sol; justo antes de que los niños vuelvan al colegio y de que los trabajos den por finalizado su horario de verano. En ese momento en que hemos tenido casi 2 meses para soltar, relajar, respirar. Cuando hemos tomado perspectiva de lo que hemos hecho durante el año y podemos analizar lo bueno y lo malo, diferenciando lo que depende de nosotros y lo que no.

José Saramago dijo una vez: “Los únicos interesados en cambiar el mundo son los pesimistas, porque los optimistas están encantados con lo que hay”.

Y es que hay que tener cuidado con esta nueva corriente de optimismo sin control. Ni el universo se va a confabular a tu favor ni en tu contra, hagas lo que hagas. Al universo no le importas.

No permitas que te anestesien. Permítete sentir lo bueno y lo malo, y avanza.

Las vacaciones son eso, vacaciones. Cuando nosotros estamos de vacaciones, no nos llevamos un poco de trabajo para no olvidarlo. Son días de estar más tiempo haciendo lo que nos dé la gana y disfrutando tiempo en familia. En 10 días no se van a olvidar las cosas, si éstas se han enseñado bien, y ese es su trabajo en los meses en que no hay vacaciones. En las vacaciones se aprenden cosas que jamás encontraremos en los libros, y hacemos cosas que no podemos hacer de otra manera.

El mundo necesita jóvenes creativos, que entiendan que el fracaso es fundamental para el éxito, que hayan sido personas felices y que hayan aprendido algo fundamental: su vida es suya y no se la deben a ninguna empresa, a ningún jefe. Nos hemos convertido en una generación que no trabaja para vivir, sino que vive para trabajar, con sueldos cada vez más bajos, y experiencias cada vez más mediocres, que sienten gratitud hacia sus jefes por el privilegio de un puesto de trabajo. Y no es así. Ellos deben recuperar nuestra vida, y para eso tienen que amar la suya. Y eso también forma parte del esfuerzo. Deben trabajar por lo que aman y si no tienen la suerte de encontrarlo, entonces trabajar sin renunciar a seguir haciendo lo que aman. Basta ya de trabajadores amargados que ni sienten ni padecen.

Cuando yo tenía la edad de mis hijas se nos decía que si teníamos un buen expediente académico y estudiábamos una carrera, seríamos Capitán General con mando en plaza. Y este país, por esa regla de tres, está lleno de capitanes generales con mando en plaza de mi generación. Y de peña que se come los mocos en su plaza, también. Licenciados mal pagados, gente que se sacó su carrera y trabajan de vete tú a saber, si trabajan… Ahora, treinta y tantos años más tarde, los chavales siguen inmersos en el mismo paradigma que nos parió a nosotros, y que ya entonces se mostró obsoleto. Un paradigma que, de facto, ha desaparecido hace décadas, y nos negamos a verlo; y lo que es peor: les tapamos los ojos para que tampoco lo vean.

Nos han dicho que cuando dormimos con nuestros hijos, o los vamos a matar, asfixiándolos, o les vamos a convertir en una especie de perturbados mentales. Y no es así.

Desde el principio de los tiempos, madres y bebés han colechado. Hasta hace muy poquito no había la posibilidad, para la mayoría de las familias, de tener una habitación para cada miembro de la familia, así que lo normal era el colecho o, al menos, la cohabitación; de hecho, las familias burguesas pagaban a una “nani” que sí que colechaba con los hijos de la familia. Actualmente más de la mitad del planeta colecha con los hijos.

Y de hecho, en nuestra especie lo normal es el colecho: ¿no duermes tú con tu pareja?

Hablemos del colecho.

La civilización surge cuando los miembros de una sociedad se cuidan entre sí. Las sociedades avanzan, prosperan, cuando hay apoyo mutuo, mucho más que cuando competimos a nivel individual.

La cooperación y el cuidado nos han ayudado a llegar donde estamos como sociedad, aunque son conceptos muy alejados del ideal capitalista.

Una mujer que cuida, una mujer que amamanta, por ejemplo, no necesita acudir a un sistema mercantilista para poder llevar a cabo esos cuidados: los brazos, la leche materna, son gratis.

Y por eso no  conviene ampliar permisos. Porque el sistema lo que necesita es convertir los cuidados en una actividad económica, y que tú también te incorpores a un mercado laboral

¿Te ha pasado alguna vez que sabes que a tu hija o hijo le pasa algo pero te tratan de exagerada?

La madre es la persona que mejor conoce al hijo. Sabe cómo es cuando duerme, o cuando está despierta o despierto. Sabe cómo reacciona. Observa cada movimiento, cada reacción, cada cosa que se sale de su sitio.

Hormonalmente hablando, la madre de un bebé descansa y duerme en un estado de alerta en lo que atañe a su hijo. Una mujer que amamanta y duerme con su bebé, es capaz de despertar cuando algo no va bien porque no deja de estar pendiente de su bebé ni siquiera cuando duerme.

Somos mujeres adultas, maduras, y responsables, que conocen a su hijo mucho mejor que un orientador, o un profesor. Y las décadas de experiencia docente u orientadora no inhabilita el profundo conocimiento que una madre tiene de su hijo.

Así que, por favor. Si tú que me escuchas eres de las personas que deben valorar a los niños, tanto en el ámbito de la salur como en cualquier otro, escucha a la madre.

Y si eres la madre, de verdad, no dejes de insistir. Si estás segura de algo que tiene que ver con tu hijo y es importante que esté en conocimiento de un médico, orientador o profesor, no te rindas. Porque nadie sabe mejor que tú lo que tu hijo necesita.

Hoy os quiero contar que no existen las madres perfectas. Pero que, salvo en rarísimas ocasiones, tampoco existen las malas madres.

Todas nos equivocamos, eso por supuesto. Errar es humano.

Pero todas, todas, queremos lo mejor para nuestros hijos. Y las decisiones que tomamos, buenas, malas o regulares, las tomamos por el bien de nuestros hijos.

Las mujeres que amamantan no son mejores madres que las que dan el biberón. Las madres que intentan una crianza determinada no son mejores ni peores madres que las que optan por otro tipo de crianza.

Y yo, mis queridas mujeres, son la menos perfecta de todas.

Cuando tu hija o tu hijo es víctima de una agresión, por pequeño que parezca el suceso, ¿tú qué haces? Ya no me voy a referir a una agresión grande, con consecuencias graves.

Vamos a hablar de una agresión de esas que a veces pueden pasar por “cosas de niños”. O que en el fondo, como le pasó a mi hija pequeña, se salda sin ninguna lesión, y queda en un susto.

Yo hace tiempo que decidí que denuncio ante la entidad que competa. Porque mis hijas son mis hijas. Y tienen que ver que su madre las defiende por encima de todas las cosas. Porque ellas son importantes y merecen que yo las tome en cuenta.

El machismo mata. Los asesinos no son perturbados mentales, sino hombres completamente sanos, que saben perfectamente lo que hacen cuando asesinan.

Y asesinan a sus mujeres o exmujeres, y también a sus hijos.

No lo olvidéis: no es un buen padre. La madre no tiene ninguna responsabilidad. Y quienes ahora, justo en el momento en que todas las madres lloran por la madre que ha perdido a sus hijas para siempre, se sienten atacados y gritan que las mujeres también matan, por favor callaos. Dejadlo. Porque sólo nos mostráis vuestra cloaca. Dejadnos llorar en paz.

Es curioso cómo se minimiza la cesárea como cirugía abdominal mayor, alentando a las madres que han sido sometidas a esta cirugía a levantarse y comenzar la actividad física como si esa cirugía no hubiera tenido lugar. El dolor se obvia, y el dolor emocional ni siquiera se tiene en cuenta. Es lo de siempre: el bebé está bien, y tú estás viva, pues ya no hay nada de qué hablar. Pero lo cierto es que para las mujeres que han vivido una o varias cesáreas, la experiencia es abrumadora. Pero como siempre, la salud mental importa poco, y el cuerpo de la mujer, tampoco importa demasiado.

Y tú, ¿cómo viviste tu cesárea?

Una fase que tememos todas las madres. Ese momento, hacia los dos años (los “terribles” dos años) en que empiezan las temidas rabietas.

¿Qué podemos hacer?

En primer lugar, recordar que es una fase. Y que, como todas las fases, ésta también termina.

Conformamos nuestra realidad poniendo palabras a las cosas que ocurren. Esto significa que, socialmente, aquello que no se nombra, simplemente no existe.

Y es lo que está ocurriendo con el suicidio. Que, simplemente, no existe.

Hay una excepción: cuando el suicidio tiene una causa política o económica, entonces sí que se cuenta, para hablar del contexto que ha llevado a la persona a quitarse la vida.

Hablamos de suicidio asistido en el caso de enfermos terminales, y ponemos encima de la mesa la eutanasia. Hablamos del suicidio de personas que lo pierden todo, y entonces debatimos sobre la crisis económica. Hablamos de aquellos que son desahuciados y por eso se suicidan, y entonces el debate está en la necesidad de reconocer la vivienda como un derecho fundamental.

Pero no hablamos de suicidio adolescente. No hablamos de la depresión. Y como no hablamos de ello, no hay herramientas, no hay prevención. Porque simplemente, no existe.

Recomienzo para no caer en el hábito de la inactividad.

Después de una semana sin hablar, sin actividad en Los Círculos, he decidido seguir mi duelo, pero retomando mi voz, escribiendo, escuchando a las mujeres que lo necesitan.

Pero no voy a renunciar al llanto cuando el alma me lo pida.

En radioastronomía, el silencio de radio sirve para impedir que las señales electromagnéticas creadas por la humanidad interfieran con una determinada estación. En las comunicaciones marítimas, para facilitar la escucha de señales débiles. Y en un rescate aéreo, para facilitar la coordinación entre rescatadores y rescatado.

Hoy impongo un silencio de radio para escucharme a mí misma, sin ninguna interferencia.

Hoy sólo quiero sostener en mi mente la imagen de mi mano cogiendo la de mi madre

De verdad que sí. Que ya sé que soy muy dada a criticar, y parece que mi mayor deseo en el mundo es que me caigan mal para ponerles verdes, pero no. Disfruto mucho cuando de repente encuentro un profesor o una profesora con la que conecto. Y sobre todo, disfruto porque sé que eso va a redundar en el bienestar de mis hijas. ¿Te pasa a ti?

Hablo hoy de Altas Capacidades, y de las diferencias entre 90 y 91, o entre 129 y 130. ¿Creéis que hay alguna?

Es esa parte de nuestro bienestar que se olvida siempre. El gran olvidado en los sistemas públicos de salud. El eterno tabú de la locura.

Pero tengamos en cuenta que aquello de lo que no hablamos, no existe. Y si no existe, entonces no puede haber una solución.

Cuidarnos es cuidar también nuestra salud mental. Y cuidar de nuestros hijos debería incluir cuidar de su salud mental.

Desde aquí, reivindico.

Hoy me centro en el "y más" de La Teta, para hablar de mujeres, aunque no de maternidad. Hablo de esas enfermedades invisibles que afectan más a las mujeres, y que son tan difíciles no sólo de diagnosticar, sino de empatizar.

El dolor no se ve, pero se siente. Y se sufre más cuando la sociedad, y la medicina, lo minusvaloran y terminan diagnosticando un problema mental.

Os pongo las manos de mi madre, cuya enfermedad ya no es invisible. Ahora su dolor se ve. Observadlo, y retenedlo en la memoria la próxima vez que alguien a tu lado te diga que tiene dolor.

Para mí disfrutar y vivir plenamente está íntimamente relacionado con estar rodeada de mujeres con las que nutrirme, con las que crecer, con las que compartir. Esa es mi motivación para continuar, para estar aquí, para explorar y para seguir creciendo como mujer, como bloguera, como comunicadora.

Os dejo el podcast de hoy donde os hablo de cómo he llegado de nuevo a este punto, cómo La Teta y Más dio un giro que la convirtió en Círculos, y cómo he encontrado la motivación para continuar.

Podéis leer el post en la web de La Teta 

www.loscirculosdelatetaymas.com