Homilías

El Espíritu Santo actuando en nuestras vidas nos ayuda a superar el miedo a dejarnos guiar por Dios y trabajar por la unidad.

1) ¿Es el Espíritu Santo el gran desconocido en nuestras vidas?
2) ¿Dejo que los miedos me paralice?
¿Trabajo por la unidad en mi comunidad o mi familia?

Con la Ascensión de Nuestro Señor Jesucristo se nos han abierto las puertas del Cielo mostrándonos nuestra morada definitiva.
¿Camino en esta vida sabiendo que lo hacemos en la Presencia de Dios? ¿Veo en la muerte la puerta para entrar en el Cielo? ¿Anhelo la Vida Eterna o prefiero vivir esta vida aquí y ahora?

Dios en la cruz nos hizo sus amigos y allí encontramos el fundamento de nuestras amistades.
¿Considero que Jesús es mi amigo?
¿Busco más tener amigos que ser amigo? ¿Soy amigo de Jesús?

Jesús es la Vid Verdadera y nos muestra que nuestra vocación es la de ser sus sarmientos que debemos permanecer en Él para dar frutos.
¿Experimento la adversidad o contradicción, como una poda que el Señor permite para purificarnos y crecer en el amor?, o son situaciones que me alejan de Él?
En cuanto sarmientos que somos, ¿el Señor encuentra en nosotros buenos frutos (amor) o agraces (odio, divisiones, tristezas)

Jesús es el Buen Pastor que da su vida, para que nosotros sus ovejas tengamos vida en abundancia.
¿Soy dócil a las inspiraciones de Dios que con su voz de Buen Pastor me llama?
¿Me reconozco también como buen pastor en los ámbitos en los que Dios me ha colocado?

El Señor resucitado sale al encuentro de todos nosotros para que seamos testigos de su resurrección.

¿Veo la realidad que me rodea según la mirada divina o sigo criterios mundanos?
¿Recuerdo acontecimientos pasados, siendo éstos dolorosos, como situaciones que Dios permitió para sacar un bien mayor o son ocasiones que me revelan interiormente?
¿Cuento con alegría las Buenas Noticias de la Resurrección?

La misericordia divina llega a todos a través del corazón crucificado de Cristo.
¿Soy dócil a la acción del Espíritu Santo que me impulsa a aceptar la voluntad de Dios o es el espíritu del mundo quien me guía?
¿soy consciente que la Misericordia de Dios me alcanza todos los días y me invita a ser misericordioso con los hermanos?
¿acogemos como familia a Jesús Resucitado que nos impregna con su Espíritu?

La resurrección de Cristo es el corazón de la fe cristiana.

¿Vivimos plenamente esta Buena Noticia?
¿La Resurrección de Cristo es el corazón de nuestra fe?
¿Nos hemos quedado en la pasión del viernes santo o nos animamos a llegar al domingo de la resurrección?

En este Domingo reconocemos que Cristo es el Hijo de Dios que para redimirnos abraza la cruz y entrega su vida por amor.
¿Reconozco que Jesús es Dios y por lo tanto puede liberarme?
¿Qué es la perla preciosa por la cual vale la pena venderlo todo?
¿Mi fe es como la del Centurión que a pesar de la contradicción reconoce la presencia de Dios?

Jesucristo nos muestra su Rostro cuando abrazamos la cruz y purificamos el corazón
Preguntate:
¿Considero que la cruz es sinónimo de entrega y amor, o es signo de sufrimiento?
¿Pido al Señor que me quite la cruz o la gracia de llevarla con alegría?

La alegría Cristiana tiene su fundamento en el amor de Dios que se hace concreto en la creación donde hemos recibido la vida, y en la redención por la cual recibimos Su Vida. (Gracia)
¿Acepto con alegría la cruz o lo hago con resignación?
¿Puedo ver en la cruz la muestra que Dios me ama, o me molesta y prefiero hablar de un Jesús más glorioso?
¿Las heridas que permite Dios en nosotros nos acerca más a Él o nos rebela interiormente?

La entrega de Jesucristo en la cruz abre un canal de comunicación con Dios, al entregar nuestra vida recibimos Su Vida.
¿Me veo a mi mismo como Templo de Dios?
¿Regateo mi entrega a Dios?
¿Veo en los diez mandamientos ayudas para cuidar la libertad o considero que están pasados de moda?
¿He profundizado en el conocimiento de cada mandamiento o los repito de memoria?

La Transfiguración de Jesús es un adelanto de la Buena Notica de la Resurrección y por lo tanto un consuelo para abrazar la cruz con alegría.
¿Creo en la divinidad de Cristo y por lo tanto, que con su poder, todo lo puede? Si es así, ¿por qué muchas veces pareciera que no nos escuchara? ¿Busco el silencio para escucharlo? ¿tengo una fe como la de Abraham que se entrega totalmente a Dios?

Jesús se sometió a la tentación para vencerla. Si conservamos nuestra unidad con Él recibida en el Bautismo, entonces también vencemos.
Preguntémonos:
Las situaciones adversas, ¿nos rebelan contra Dios o nos entregan más a la oración?

Jesús nos enseña que la Misericordia es una relación de entraña que busca otra entraña, porque no pueden establecer una relación que no parta desde dentro.
Preguntémonos:
¿Cuál es mi actitud ante la miseria del hermano, huyo de él o me acerco para ayudar a purificarse?
¿He experimentado el ser alcanzado por la Misericordia de Dios? si lo experimenté ¿fui misericordioso con el hermano?

Los amigos de Cristo (los santos) lograron encontrar un sentido al sufrimiento y descubrieron en el silencio y la soledad dos facilitadores de la oración.
Preguntémonos
¿el dolor por una enfermedad propia o de un ser querido, endurece mi corazón reprochándole a Dios porque lo permitió o es una ocasión para confiar en su Providencia que todo lo dispone para el bien de los que lo aman, aun el sufrimiento?
¿El silencio y la soledad me ayudan a la oración?

Jesús enseña con autoridad porque tiene palabras que comunican vida y hacen crecer.
Preguntémonos
¿Nuestras palabras y comentarios contribuyen con la paz en el hogar, en el trabajo, en el grupo parroquial?
¿soy generoso con mis bienes o acumulo por no confiar en la Providencia Divina?
¿Busco ocupar espacios de poder de los cuales me adueño a capa y espada, o considero que aquello que se me pide es un servicio que hoy realizo y no necesariamente tengo que hacerlo mañana?

En la medida que nos habituamos a dialogar con Jesús rezando con la Biblia, lo reconoceremos que pasa por nuestras vidas llamándonos a la Conversión.
Preguntate:
¿Cristo estará pasando por mi vida y no lo reconocemos porque no tengo trato cotidiano con Él?
¿Cuál es mi experiencia de oración?
¿es un monólogo donde detallo todo, lo que según mis criterios, me hace falta o es un diálogo en el cual escucho su voz que me enseña y me llena de vida?

El Señor nos llama y necesitamos del silencio, la oración y la humildad para recibir los dones que hace de nuestro corazón un tesoro.
Nos preguntamos:
¿mis acciones y palabras acercan a los hermanos a Dios?
¿soy paciente con sus tiempos a la hora de darse a conocer?
¿Intento ser maestro en las cosas de Dios sin ser primero testigo?

Gracias al Bautismo de Jesús queda instaurado el Bautismo cristiano a partir del cual se abre un diálogo profundo, y para siempre, con Dios.
Podemos preguntarnos
¿Soy consciente de la Gracia recibida en el Bautismo: somos sus hijos predilectos?
¿Así como quisiera participar de la Resurrección de Cristo, me preparo para participar de la muerte al hombre viejo?

El Hijo de Dios no vino a este mundo en soledad, sino que lo hizo en el seno de una familia.
Podemos preguntarnos:
¿Tenemos el hábito de rezar juntos como familia?
¿Es para mi María, modelo de esposa y madre?
¿Es para mí José, modelo de esposo y padre?
¿Soy consciente del importante papel pedagógico que cumple la familia?
¿He construido mi familia sobre el fundamento que es Cristo, la roca firme; o más bien en las arenas movedizas de los criterios mundanos?

En este tiempo de Navidad celebramos la alegre noticia que el Señor está entre nosotros por eso animémonos a decir: ¡Voy Señor Jesús! a tu encuentro.
Pregunta que podemos hacernos:
¿Le hacemos un lugar en la familia al Señor o nos dispersamos en miles de actividades?
¿Acepto el silencio de Dios como una purificación del corazón o me rebelo porque no me escucha?
¿Tengo trato con mi ángel de la guarda, lo considero hermano o protector?

María nos enseña que con fe cada uno de nosotros puede ser morada de Dios.
Podemos preguntarnos:
¿Es la alegría mi actitud ante la vida o prefiero refugiarme en la tristeza?
¿Es el miedo el motor principal de mis decisiones?

La alegría genuina está fundamentada en la Esperanza Cristiana que crece con la oración y la humildad.
Podemos preguntarnos:
¿Integro mis esperanzas humanas a la Gran Esperanza?
¿Mi mirada está puesta en el Cielo como meta o solo me preocupo del aquí y ahora?

El Señor nos envía su Gracia para acercarnos a Él, debemos estar atentos, recibirla y responderle entregándonos a Él.
Podemos preguntarnos:
¿me acerco a Dios para dejarme curar por su Gracia?
¿Confío que en Él encontraré la paz que tanto anhela el corazón?
¿Mi vida está marcada por la sobriedad o busco acumular bienes porque en ellos pongo mis seguridades?

En este tiempo de Adviento el Señor nos invita a renovar la esperanza en su segunda venida apoyados en la fe, en su primera venida.
Podemos preguntarnos:
¿verdaderamente espero con alegría la segunda venida de Cristo o me preocupo solamente por los problemas del día a día?

Jesucristo vino a inaugurar un reinado que, si bien no es de este mundo, se inicia o se rechaza en este mundo cuando se acepta o rechaza sus enseñanzas.
Podemos preguntarnos:
Cristo ¿renina en mi vida?
¿Descubro a Cristo en los hermanos descartados según los criterios mundanos?
¿Colaboro con al instauración del Reino de Cristo aquí y ahora?

El Señor en su sabiduría, nos ha dado capacidades y dones distintos que debemos descubrir y trabajar con ellos para dar frutos.
Podemos preguntarnos:
¿Reconozco los dones y capacidades que el Señor me regaló?
O más bien ¿Miro las capacidades de los demás ansiando tenerlas sin trabajar lo que el Señor me regaló?
¿Pongo mis dones y capacidades al servicio de los hermanos?
¿El miedo es la pasión dominante en mi vida y me quita libertad a la hora de elegir?
¿La sospecha es la primera sensación en mi relación con el prójimo?
¿Veo a Dios como padre o solamente como juez?

En la medida que estemos unidos a Dios siempre tendremos amor del cual brotarán las buenas obras.
Podemos preguntarnos:
si hoy Jesucristo viniera a nuestro encuentro, ¿nos encantaría con las llamas encendida?
¿Qué hemos hecho con el amor que derramó en nuestro corazón en cada Eucaristía?

Jesús nos enseña a poner nuestros esfuerzos en ser lo que debemos ser, cristianos llamados a ser santos, en vez de crearnos una imagen de lo que el mundo quiere que seamos.
Podemos preguntarnos:
¿Cuido mi imagen ante la sociedad en vez de aceptar las humillaciones que el Señor permite, para crecer en humildad?
¿Ser humilde es algo que buscamos?

Jesús nos enseña que el fundamento de la moral cristiana se encuentra en el amor.
Amar a Dios y a los hermanos es respuesta al amor de Dios que nos amó primero.
Podemos preguntarnos:
¿Me detengo a pensar sobre el Cielo?
¿El Cielo es para mi una realidad que
condiciona mi modo de vivir aquí y ahora? ¿Qué es el cielo para mí?

Den al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios: la imagen de Dios no está impresa en el oro, sino en el género humano. La moneda del César es oro, la de Dios es la humanidad, por lo tanto, da tu riqueza material al César, pero reserva a Dios la inocencia de tu conciencia donde contemplas a Dios.
Podemos preguntarnos:
¿Entiendo que el no pagar los impuestos (cuando se puede) es pecado?
¿Me cuento entre los hipócritas que no actúan de acuerdo con su conciencia por miedo?
¿Vivo el día a día guiado por el Evangelio o más bien vivo según criterios del mundo?

Dios es como un Rey que quiere invitar a todos para compartir la alegría de las Bodas de su Hijo, y ésto lo vivimos de manera concreta en cada Eucaristía.
Podemos preguntarnos:
¿Me reconozco entre los invitados al Banquete que rechazan la invitación por estar demasiados ocupados?
¿Difiero mi entrega a Dios pensando que no soy todavía un buen Hijo?
¿Caigo en la tentación de protegerme de Dios?

La viña es el alma humana, en ella el Señor trabajó para que con nuestra acción diera muchos frutos.
Podemos preguntarnos:
El Señor en cada Eucaristía cuando comulgamos ¿hallará una respuesta de nuestro lado?
Dios esperaba que diésemos uvas pero, ¿dimos frutos agrios?
¿Nuestra vida cristiana no es mucho más vinagre que vino?

María en la escena de la Visitación nos muestra que la fe no es una relación de exclusividad entre el yo del fiel y el Tú Divino, sino que nos abre al "nosotros".

Podemos preguntarnos
¿Hago del Rosario una oración mecánica o me tomo el tiempo necesario y hago del Rosario una oración contemplativa?
¿Nos ponemos en camino para encontrarnos con los hermanos o vivimos encerrados en nuestros problemas

El dar es propio de Dios, en millones de siglos el universo entero es objeto de esta inagotable prodigalidad que se expande sin cesar otorgando sus beneficios y de los cuales nosotros podemos dar testimonio.
Podemos preguntarmos:
¿Tengo sentimientos de envidia cuando veo que algunos hermanos (no tan cerca de Dios, según nuestros criterios), son bendecidos por n Dios?
¿Considero que con mi trabajo colaboro con la obra creadora de Dios?
¿Tengo la tendencia de querer poner límite a la Misericordia de Dios?

El Perdón de corazón al que nos invita el Señor tiene su origen en la experiencia de ser alcanzados por la entrañable misericordia de Dios.

Podemos preguntarmos:
¿Experimento el perdón con la alegría de saber que el Señor nos hace nuevamente sus hijos?
¿Soy capaz de ver la herida del hermano que me hace un daño?

El Evangelio de este domingo nos invita a amar con dos acciones muy concretas: La corrección fraterna y la oración comunitaria.
Podemos preguntarnos:
¿Cuál es mi actitud ante el hermano que me ha ofendido? ¿lo busco para dialogar o lo condeno ventilando el daño que ocasionó?
¿Tengo paciencia para dialogar con el hermano para que se corrija?
¿Genero los espacios y tiempos para rezar en y con mi familia?

El Señor en su pedagogía divina nos reprocha para que no perdamos nuestra capacidad de escucharlo y olvidarnos de nuestra identidad y misión.
Podemos preguntarnos:
¿Escucho atentamente a Dios en la oración o me escucho solamente a mí?
¿Mi infidelidad a Dios me aleja más de Él o me acerco a pesar de ellas para que el Señor derrame su Misericordia en el corazón?
¿Percibo que he madurado en mi vida de fe?

Con la fe acogemos la revelación de Dios que nos desvela su intimidad y nos invita a participar de su misma vida divina haciéndonos hijos en el Hijo, mostrándonos nuestra verdadera identidad.

Podemos preguntarnos
¿Quién es Jesús para mí?
¿Qué predico de Jesús?
¿Con qué me identifico: con el amor líquido del mundo o soy imagen y semejanza de Dios?
¿Pido al Señor que aumente mi fe o estoy conforme con la fe que tengo?

El Señor no rechaza la oración que brota de un corazón humilde y perseverante, y en su pedagogía divina quiere que vivamos la crisis como ocasión para madurar en la fe.
Podemos preguntarnos:
¿Considero que las adversidades de la vida son ocasión para crecer en la fe o me revelo y me alejo de Dios?
¿Tengo una fe madura?

Jesús en medio de las tormentas de la vida nos invita a poner nuestra mirada en Él y escuchar sus palabras: "Esten tranquilos, soy Yo, no teman".

La Transfiguración de Jesucristo es el ícono de la oración contemplativa con la cual al crecer en amistad con el Señor también nos vamos transfigurando con Él.
Puedo preguntarme:
¿Uso las Sagradas Escrituras para rezar con el Señor?
¿Mi oración es un diálogo con Dios o un monólogo de mi parte?
¿Busco ver la realidad con los ojos de Dios o más bien la abordo desde mi propia subjetividad?

Estamos llamados a descubrir que hacer la Voluntad de Dios es aceptar que vivimos en el Reino de Dios que se va perfeccionando en el tiempo y este descubrimiento es un Tesoro Escondido por el cual vale la pena venderlo todo para comprarlo.

Podemos preguntarnos
¿Cómo hacer que la Palabra de Dios sea significativa en nuestra vida y en las de los hermanos a los que predicamos?
¿Cómo lograr aquello que Jesús y sus discípulos a través de la historia lograron?
¿Cómo hacer que la Palabra de Dios sea significativa en nuestra vida y en las de los hermanos que predicamos?
¿Cómo lograr aquello que Jesús y sus discípulos a través de la historia lograron? Es decir, que nuestro mensaje sea significativo a tal punto que cambia vidas.
¿Cómo aceptar el desafío de invertir mejor nuestro tiempo para que podamos formarnos más en la fe o rezar más?

Con la parábola del Trigo y la cizaña el Señor quiere que pongamos nuestra mirada en el fin: quienes perseveren en medio de tantas pruebas alcanzaran la salvación.
Podemos preguntarnos:
Ante las injusticias de la vida, ¿reniego buscando siempre culpables y me alejo de Dios, o con paciencia entrego esa situación de impotencia al Señor?
¿Tengo una tendencia a juzgar sin escuchar al otro o con paciencia busco su conversión?

El Señor sale a buscarnos para transformar nuestra esterilidad espiritual haciéndonos más receptivo a su dulce doctrina que nos hace dar muchos frutos.
Podemos preguntarnos:
Las situaciones que nos hacen sufrir, ¿nos alejan de Dios o son ocasiones para acercarnos a Él?

El Señor nos invita a descansar en su Sagrado Corazón, para ello tenemos que entrar por su herida y empequeñecernos con la mansedumbre y la humildad.
Podemos preguntarnos:
¿Prefiero llevar el yugo de Cristo o el del mundo?
¿Considero que la mansedumbre es la virtud de los fuertes?
¿Veo en las adversidades un ocasión para
crecer en humildad o me revelan y aumentan la soberbia?

El Señor nos invita a encontrarnos con nuestra identidad de hijos de Dios, negándonos a nosotros mismos para afirmar en nosotros a Dios.
Podemos preguntarnos:
Cuando me veo a mi mismo, ¿encuentro que soy imagen y semejanza de Dios?
¿soy consciente que en la medida en que nos vamos alejando de lo que el mundo quiere que seamos (perder la vida) voy recuperando mi verdadera identidad: soy creado a imagen y semejanza de Dios?
El encuentro con Cristo ¿me impulsa a compartirlo con los hermanos?
¿Recibo con alegría a los misioneros?

Dios nos invita a estar atento a los signos de los tiempos para confiar en su Providencia y colaborar con su obra, que no es otra cosa que mostrar su Misericordia al mundo.
Podemos preguntarnos:
¿somos conscientes que el Señor en su Providencia conduce todo a su perfección en medio de la incertidumbre?
¿La incertidumbre nos paraliza y no recorremos el camino propuesto por el Señor?

Jesucristo, que hace nuevas todas las cosas, nos invita a unirnos a Él para que la
enfermedad y el dolor, asociados, se transformen en fuente de redención.

Puedo preguntarme
¿ante la enfermedad reclamo a Dios con la pregunta por qué a mí; o me abro a la posibilidad de que Dios quiera sacar un bien de ese mal?
¿Veo a Cristo sufriendo en el hermano enfermo o lo considero como un problema que me quita libertad?
¿Qué conozco del Sacramento de la Unción de los enfermos?