Hemos hecho de la competencia un valor de convivencia. Competimos por quién sufre más o evaluamos qué dolor, pérdida o problema merece ser considerado como grave, digno de sentirse y de expresarse.
“Todos hablan de la paz, pero nadie educa para la paz… En el mundo educan para la competencia y la competencia es el comienzo de cualquier guerra”
La competencia, implica que hay un ganador y un perdedor. Incluso esta forma de matizarlo al decir que la competencia no es con los demás, sino con una misma, pues podría ser una trampa, puede implicar a no aceptarme, llevarnos al perfeccionismo, al afán - no consciente- de ser y hacer más para merecer.
La competencia supone, de entrada, una confrontación y de base, probar que somos mejor que los demás.
Es importante detonar conversaciones, repensarnos y redefinir temas como la competencia, pues es algo que nos estorbará en la reinvención ante lo inédito, la crisis colectiva causada por el COVID19, que trae y traerá muchos desafíos, entre ellos el de la empatía.