CATEQUESISOct 07, 2021
115. Semana 41
kgjk
114 Semana #40
final del libro!
113 Semana #39
DE LA ALEGRIA DEL EVANGELIO!
112 Semana #38
#281-283
111 SEMANA 36
279 -280
110 Semana #35
A.E #276-278
109 semana 34
108 Semana #33
DE LA ALEGRIA DELEVANGELIO
107Semana #32
DE LA ALEGRIA DEL EVANGELIO
106 Semana #31
La alegria del evangelio
105 Semana #30
La alegria del Evangelio
104 Semana #29
LA ALEGRIA DEL EVANGELIO
103 Semana #28
102 Semana #27
DE LA ALEGRIA DEL EVANGELIO...
101 Seamana #26
Tenemos un anuncio previo antes del tema del cambio de la fecha de nuestra Kermes.
Documento de la alegria del evangelio.
100 Semana #25
La Alegreia del evangelio
99 SEMANA #24
RETIRO DE CRECIMIENTO:
6_ Somos el pueblo que camina con su luz
98 Semana #23
#238---
97 Semana #22
Un relato de lo que fue la ordenacion del P. Rodrigo....
96 Semana #21
A.E #234-237
#
95 Semana #20 Tema 5: "La vida virtuosa"
94 Semana #19
Del documento la Alegria del evangelio del # 229-233
93 Semana #18
la alegria del evangelio
92 Semana #17
la alegria del evangelio
91 SEMANA #16 Tema 4:"He venido para que tengan vida"
Tema 4:"He venido para que tengan vida"
https://www.youtube.com/watch?v=xvQxUWUbouM&t=61s
90 Semana #15
LA ALEGRIA DEL EVNAGELIO #207 - 216
#89 Semana 14
**** ANUNCIOS AL PRINCIPO DEL TEMA***
LA ALEGRIA DEL EVANGELIO DEL 201-206
#88 Semana #13 3.Sean misericordiosos como es misericordioso el padre de ustedes".
**ANUNCIOS**
Tema 3: "Sean misericordiosos como es misericordioso el padre de ustedes".
#87 Semana #12
La alegria del evangelio del #197- #200
#86 Semana #11
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#85 Semana #10
la alegria del evangelio #194- #196
84 Semana #9 retiro de crecimiento tema #2
83 Semana #8
82 Semana #7
81 SEMANA #6
LA ALEGRIA DEL EVANGELIO
#181 - 185
80 Semana #5 Tema 1: Mi encuentro con Jesús
Tema 1: Mi encuentro con Jesús
Preparando el Camino
https://www.youtube.com/watch?v=NhLz1phtdYI&t=187s
79 semana #4
La alegria del evangelio
78 Semana #3
ALEGRIA DEL EVANGELIO
77 Semana #2
El acompañamiento personal de los procesos de crecimiento
169. En una civilización paradójicamente herida de anonimato y, a la vez obsesionada por los detalles de la vida de los demás, impudorosamente enferma de curiosidad malsana, la Iglesia necesita la mirada cercana para contemplar, conmoverse y detenerse ante el otro cuantas veces sea necesario. En este mundo los ministros ordenados y los demás agentes pastorales pueden hacer presente la fragancia de la presencia cercana de Jesús y su mirada personal. La Iglesia tendrá que iniciar a sus hermanos —sacerdotes, religiosos y laicos— en este «arte del acompañamiento», para que todos aprendan siempre a quitarse las sandalias ante la tierra sagrada del otro (cf. Ex 3,5). Tenemos que darle a nuestro caminar el ritmo sanador de projimidad, con una mirada respetuosa y llena de compasión pero que al mismo tiempo sane, libere y aliente a madurar en la vida cristiana.
170. Aunque suene obvio, el acompañamiento espiritual debe llevar más y más a Dios, en quien podemos alcanzar la verdadera libertad. Algunos se creen libres cuando caminan al margen de Dios, sin advertir que se quedan existencialmente huérfanos, desamparados, sin un hogar donde retornar siempre. Dejan de ser peregrinos y se convierten en errantes, que giran siempre en torno a sí mismos sin llegar a ninguna parte. El acompañamiento sería contraproducente si se convirtiera en una suerte de terapia que fomente este encierro de las personas en su inmanencia y deje de ser una peregrinación con Cristo hacia el Padre.
171. Más que nunca necesitamos de hombres y mujeres que, desde su experiencia de acompañamiento, conozcan los procesos donde campea la prudencia, la capacidad de comprensión, el arte de esperar, la docilidad al Espíritu, para cuidar entre todos a las ovejas que se nos confían de los lobos que intentan disgregar el rebaño. Necesitamos ejercitarnos en el arte de escuchar, que es más que oír. Lo primero, en la comunicación con el otro, es la capacidad del corazón que hace posible la proximidad, sin la cual no existe un verdadero encuentro espiritual. La escucha nos ayuda a encontrar el gesto y la palabra oportuna que nos desinstala de la tranquila condición de espectadores. Sólo a partir de esta escucha respetuosa y compasiva se pueden encontrar los caminos de un genuino crecimiento, despertar el deseo del ideal cristiano, las ansias de responder plenamente al amor de Dios y el anhelo de desarrollar lo mejor que Dios ha sembrado en la propia vida. Pero siempre con la paciencia de quien sabe aquello que enseñaba santo Tomás de Aquino: que alguien puede tener la gracia y la caridad, pero no ejercitar bien alguna de las virtudes «a causa de algunas inclinaciones contrarias» que persisten[133]. Es decir, la organicidad de las virtudes se da siempre y necesariamente «in habitu», aunque los condicionamientos puedan dificultar las operaciones de esos hábitos virtuosos. De ahí que haga falta «una pedagogía que lleve a las personas, paso a paso, a la plena asimilación del misterio»[134]. Para llegar a un punto de madurez, es decir, para que las personas sean capaces de decisiones verdaderamente libres y responsables, es preciso dar tiempo, con una inmensa paciencia. Como decía el beato Pedro Fabro: «El tiempo es el mensajero de Dios».
76 semana #1
La vida despues de la pandeia
75 Semana #44
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74 Semana #43
AE #161 -164
73 Semana #42
ALEGRIA DEL EVANGELIO
#156-159
72 Semana #41
71 Semana #40
Alegria del Evangelio #154 -155
70 SEMANA #39
ALEGRIA DEL EVANGELIO #149- #153
69 SEMANA #28
A.E #146- 148 El culto a la verdad
146. El primer paso, después de invocar al Espíritu Santo, es prestar toda la atención al texto bíblico, que debe ser el fundamento de la predicación. Cuando uno se detiene a tratar de comprender cuál es el mensaje de un texto, ejercita el «culto a la verdad»[113]. Es la humildad del corazón que reconoce que la Palabra siempre nos trasciende, que no somos «ni los dueños, ni los árbitros, sino los depositarios, los heraldos, los servidores»[114]. Esa actitud de humilde y asombrada veneración de la Palabra se expresa deteniéndose a estudiarla con sumo cuidado y con un santo temor de manipularla. Para poder interpretar un texto bíblico hace falta paciencia, abandonar toda ansiedad y darle tiempo, interés y dedicación gratuita. Hay que dejar de lado cualquier preocupación que nos domine para entrar en otro ámbito de serena atención. No vale la pena dedicarse a leer un texto bíblico si uno quiere obtener resultados rápidos, fáciles o inmediatos. Por eso, la preparación de la predicación requiere amor. Uno sólo le dedica un tiempo gratuito y sin prisa a las cosas o a las personas que ama; y aquí se trata de amar a Dios que ha querido hablar. A partir de ese amor, uno puede detenerse todo el tiempo que sea necesario, con una actitud de discípulo: «Habla, Señor, que tu siervo escucha» (1 S 3,9).
147. Ante todo conviene estar seguros de comprender adecuadamente el significado de las palabras que leemos. Quiero insistir en algo que parece evidente pero que no siempre es tenido en cuenta: el texto bíblico que estudiamos tiene dos mil o tres mil años, su lenguaje es muy distinto del que utilizamos ahora. Por más que nos parezca entender las palabras, que están traducidas a nuestra lengua, eso no significa que comprendemos correctamente cuanto quería expresar el escritor sagrado. Son conocidos los diversos recursos que ofrece el análisis literario: prestar atención a las palabras que se repiten o se destacan, reconocer la estructura y el dinamismo propio de un texto, considerar el lugar que ocupan los personajes, etc. Pero la tarea no apunta a entender todos los pequeños detalles de un texto, lo más importante es descubrir cuál es el mensaje principal, el que estructura el texto y le da unidad. Si el predicador no realiza este esfuerzo, es posible que su predicación tampoco tenga unidad ni orden; su discurso será sólo una suma de diversas ideas desarticuladas que no terminarán de movilizar a los demás. El mensaje central es aquello que el autor en primer lugar ha querido transmitir, lo cual implica no sólo reconocer una idea, sino también el efecto que ese autor ha querido producir. Si un texto fue escrito para consolar, no debería ser utilizado para corregir errores; si fue escrito para exhortar, no debería ser utilizado para adoctrinar; si fue escrito para enseñar algo sobre Dios, no debería ser utilizado para explicar diversas opiniones teológicas; si fue escrito para motivar la alabanza o la tarea misionera, no lo utilicemos para informar acerca de las últimas noticias.
68 SEMANA #37 INTRODUCCION.
ESTE ES EL COMIENZO DE NUESTRO RETIRO DE CRECIMIENTO 2021.
67 Semana #36
#139- #145
66 Semana #35 contexto litúrgico
137. Cabe recordar ahora que «la proclamación litúrgica de la Palabra de Dios, sobre todo en el contexto de la asamblea eucarística, no es tanto un momento de meditación y de catequesis, sino que es el diálogo de Dios con su pueblo, en el cual son proclamadas las maravillas de la salvación y propuestas siempre de nuevo las exigencias de la alianza»[112]. Hay una valoración especial de la homilía que proviene de su contexto eucarístico, que supera a toda catequesis por ser el momento más alto del diálogo entre Dios y su pueblo, antes de la comunión sacramental. La homilía es un retomar ese diálogo que ya está entablado entre el Señor y su pueblo. El que predica debe reconocer el corazón de su comunidad para buscar dónde está vivo y ardiente el deseo de Dios, y también dónde ese diálogo, que era amoroso, fue sofocado o no pudo dar fruto.
138. La homilía no puede ser un espectáculo entretenido, no responde a la lógica de los recursos mediáticos, pero debe darle el fervor y el sentido a la celebración. Es un género peculiar, ya que se trata de una predicación dentro del marco de una celebración litúrgica; por consiguiente, debe ser breve y evitar parecerse a una charla o una clase. El predicador puede ser capaz de mantener el interés de la gente durante una hora, pero así su palabra se vuelve más importante que la celebración de la fe. Si la homilía se prolongara demasiado, afectaría dos características de la celebración litúrgica: la armonía entre sus partes y el ritmo. Cuando la predicación se realiza dentro del contexto de la liturgia, se incorpora como parte de la ofrenda que se entrega al Padre y como mediación de la gracia que Cristo derrama en la celebración. Este mismo contexto exige que la predicación oriente a la asamblea, y también al predicador, a una comunión con Cristo en la Eucaristía que transforme la vida. Esto reclama que la palabra del predicador no ocupe un lugar excesivo, de manera que el Señor brille más que el ministro.