Hola bienvenidos a Libelar, vuelan las palabras. Mi nombre es Cristina Álvarez y este domingo leeremos el prólogo del libro “El reencuentro será maravilloso” de la escritora Mónica Lidón. Que lo disfrutéis. Y recuerden que podéis suscribiros a la página web libelar.com.
«El 22 de abril de 2014, murió mi hijo Jaume. Cumplía tres años y tres meses justo aquel día. En este libro voy a intentar trasmitiros todo lo que sentí y cómo lo viví. Describiré cómo sucedió e intentaré hacer un recorrido por estos casi tres años que han pasado desde entonces. Cuando muere un hijo, nada vuelve a ser igual. Parte de ti muere con él. El dolor es tal, es tan indescriptible que, a veces, he tenido la sensación de que iba a perder la cabeza o estallar en mil pedazos. Lástima que en ese momento no lo hiciera; hubiese sido mucho más fácil. Pero no, tienes que seguir viviendo, tienes que seguir levantándote por las mañanas y ver cómo el mundo sigue, la vida sigue, la gente sigue y tú… tú no puedes ni quieres seguir, pero no hay opción. O sí la había: podía morir en vida, convirtiendo a mi hijo en mi verdugo o, por el contrario, podía poner todo de mi parte para sobrevivir. Yo elegí la segunda: elegí vivir y convertir cada día de mi vida en un homenaje a mi hijo. Por todo lo que me dio, lo que me enseñó y por la persona en la que me convirtió solo siento agradecimiento. También por los que estaban a mi lado, que no eran pocos; más adelante hablaré de ellos. Todos estábamos sufriendo mucho, teníamos que salir de esto sin más tragedia. Por todo eso, decidí vivir. Busqué y busqué. Estaba inmersa en una búsqueda sin fin: terapia, libros, cursos, reiki, yoga, documentales... Buscaba respuestas y actividades que me hicieran sentir mejor y a la vez me acercaran a mi hijo. Lloraba y lloraba. Gritaba hasta caer rendida un día tras otro. Ahora me doy cuenta de que llorar es la única manera de sanar el alma.
Decidí no medicarme desde el primer momento: no quería entrar en una espiral de antidepresivos que al final no te dejan sentir. Únicamente tomaba una pastilla para dormir por las noches, ya que mi mente necesitaba descansar. Dejé de tomarla a los cuatro meses. Una de las razones por las que dejé de tomar esa pastilla para dormir fue porque quería estar lúcida en todo momento por si, de repente, aparecía Jaume para contarme que estaba bien. Un día dejas de buscar; ya no necesitas explicaciones. Simplemente aceptas y vives. Poco a poco, el dolor te da tregua y empiezas a reinventarte. Es la única manera de elaborar un duelo, así... volviendo a nacer. Ahora siento unas ganas de vivir enormes, ganas de amar, de bailar, de reír, de viajar, de seguir aprendiendo. Siento ganas de ayudar, solo quiero tener relaciones de amistad verdaderas, me siento mejor persona. Cuando la vida te da tan fuerte despierta en ti una sensibilidad y una perspectiva muy diferentes. Es como cuando uno hace su primer viaje a un país extranjero, que vuelve siendo otro; pues algo así, pero multiplicado a la décima potencia.
Ahora que he decidido dedicarme a acompañar a las personas durante sus procesos de duelo, en el posgrado me piden que haga un trabajo de final de curso.
—Estaría bien que contaras tu proceso de duelo –me dice mi profesora, la doctora Mònica Cunill.
—¿Un libro? ¿Yo? Pero si no tengo ni idea de escribir.
Después de darle muchas vueltas, me pongo a ello y aquí estoy. Pido disculpas si tiene muchos fallos ortográficos o de composición, no tengo ni idea de escribir. Aun así, lo voy a intentar y prometo hacerlo con todo el corazón.»
Y esto ha sido todo por hoy. Recuerden que pueden enviar sus textos o audios a podcast@libelar.com. El próximo domingo nos e ncontraremos con un nuevo episodio de Libelar, vuelan las palabras.